‘Goya’, la reina del oro en Madre de Dios
La
minería informal en Madre de Dios, y específicamente en el distrito de
Huepetuhe, ha generado no solo daños ecológicos y ambientales: también ha creado
fortunas como la de Gregoria Casas Huamanhuillca, ‘Goya’. ¿Cómo han podido, ella
y su familia, construir un imperio de informalidad e ilegalidad absoluta sin que
nadie, ni el Estado mismo, pueda detenerlos?
Por Ricardo León / lamula.pe
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Gregoria Casas Huamanhuillca, ‘Goya’. (Foto: Difusión / Ilustración de portada: Marcelo Pérez Dalannays )
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La ficha que uno debe llenar para subir a un taxi colectivo en Puerto
Maldonado es el último contacto que hay con la legalidad más elemental en varios
cientos de kilómetros a la redonda. Dos horas y media después, el vehículo
llegará a Mazuco, un pueblo que existe gracias a la carretera Interoceánica y a
la minería informal, y que es como un gran centro comercial donde uno puede
comprar desde sandalias de plástico hasta un tractor, pero nunca pescado. Aquí
uno debe subirse a una mototaxi que, luego de cruzar caminos de piedras, llegará
al pequeño puerto.
El río Inambari se puede cruzar en bote solo
cuando no está ni muy bajo ni muy crecido, porque la cantidad de personas que lo
atraviesa al mismo tiempo, más la carga de equipajes y bolsas llenas de
productos de todo tipo, suponen un riesgo si se tiene en cuenta la fragilidad de
la embarcación. A veces hay chalecos salvavidas; otras, no. Al otro lado del río
hay un puerto similar, que también huele a petróleo donde esperan alineadas
varias camionetas 4x4 especialmente acondicionadas para lo que sigue, es decir,
para cruzar un río más pequeño con una decena de personas a bordo y para
penetrar algo que antes fue selva verde y que ahora es un terreno lechoso,
fangoso, sucio y desordenado aunque muy activo que, al final de la ruta, en su
punto más crítico, se llama Huepetuhe.
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La industria maderera y, ahora, la minería le han ganado terreno al bosque.
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En todo este recorrido uno ha podido escuchar, a
veces sin siquiera preguntar, historias de todo tipo sobre una tal ‘Goya’. Los
relatos más creíbles hablan de una mujer que, pese a su presencia casi
invisible, controla todo el negocio de la minería informal en el pueblo y que ha
acumulado una riqueza tal que hasta tiene una casa en Estados Unidos. Hay
quienes dicen haberla visto pasear con una botella de gaseosa repleta de láminas
de oro obtenidas en Huepetuhe, y que en las fiestas ella sacude y hace sonar a
modo de matraca. De esto hay muchos testigos, incluidos antiguos choferes y
guardaespaldas suyos. Pero también hay quienes comentan –pero sin que nadie más
escuche– que hay varias mujeres jóvenes y foráneas que han desaparecido en sus
concesiones mineras en ritos extraños relacionados con pagos a la tierra. De
esto no hay testigos, y tampoco hay –por ahora– modo alguno de comprobarlo, pero
es parte de la oscura leyenda que rodea a este personaje. Gregoria Casas
Huamanhuillca, ‘Goya’, no se deja ver. A menos, claro, que ella quiera.
La historia de la minería informal en Madre de
Dios es la historia de Huepetuhe, pero la historia de Huepetuhe es la historia
de ‘Goya’. Y cada una es más sórdida que la otra.
LAS FIRMAS DE LA INFORMALIDAD
“Claro, aún hay mucha informalidad, pero eso es
culpa del Estado, que no está presente”, se lee en una página del diario El
Madrediosense de noviembre del 2007. La frase pertenece a Cecilio Baca
Fernández, uno de los primeros pobladores de Huepetuhe. Cusqueño de nacimiento,
Cecilio pisó Madre de Dios a mediados del siglo pasado para cumplir su servicio
militar obligatorio. Atraído por la industria maderera, que por aquel entonces
empezaba a tomar impulso en esta región del país, llegó a Huepetuhe, que en el
dialecto arasaire-harakmbut significa ´río de tigre’.
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El distrito de Huepetuhe está sepultado bajo toneladas de relaves mineros.
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Un día, Cecilio buscó a una mujer. Al principio
fue su sirvienta, pero con el tiempo se convirtió en su esposa. Gregoria Casas
Huamanhuillca no sabía –no sabe aún– leer ni escribir, pero era muy rigurosa con
las cuentas. Poco a poco, ambos fueron adquiriendo terrenos que primero habían
sido explotados para extraer madera, pero que debajo de la superficie estaban
llenos de oro. Con el paso de los años, un pueblo entero se formó alrededor de
las concesiones mineras. De hecho, la zona ‘urbana’ de Huepetuhe se estableció
sobre lo que es una concesión minera de esta temida familia. Y el pueblo es suyo
desde el punto de vista comercial, pero también político: Cecilio fue su alcalde
cuando este lugar pasó de ser centro poblado menor a distrito.
El registro de concesiones mineras en Madre de
Dios indica que ‘Goya’ maneja cuatro concesiones, que en total suman 700
hectáreas, mientras que Cecilio –de quien luego se divorció, aunque mantienen
los mismos vínculos comerciales– es titular de otras cuatro concesiones que
suman, en total, 845 hectáreas. Ambos, además, tienen otras concesiones en
proceso de trámite por un total de 600 hectáreas. En Huepetuhe nadie entrega
facturas ni boletas, no hay sucursales bancarias ni controles fiscales. No hay
siquiera cajeros automáticos. Por esta razón nadie sabe exactamente cuánto oro
extrae esta familia, la más poderosa de la región, ni cuánto dinero moviliza
cuando se traslada de Cusco a Madre de Dios y viceversa en sus modernas
camionetas, resguardada siempre por guardaespaldas, llevando el dinero –que no
es poco– en efectivo. En un sector de la zona de trabajo minero, a la que ningún
foráneo tiene acceso, ‘Goya’ mandó colocar una placa en la que se lee “Grupo
Baca”. Hace pocas semanas, sus tractores ingresaron a un terreno que era ocupado
por los llamados ‘mineros sin tierra’ (que vienen de paso, extraen oro y se van)
y derrumbó sus campamentos para utilizar ella ese espacio. Este es su imperio.
Huepetuhe se debe a ella y ella se debe a Huepetuhe, por más indigna que esta
ecuación resulte.
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La contaminación por mercurio y otros minerales salta a la vista (y al olfato).
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No hay cifras exactas, decíamos, pero sí cálculos
cercanos. Hace pocos meses, técnicos del Gobierno Regional de Madre de Dios
tomaron, a modo de muestra, las concesiones ‘Cecilio Gregoria’ y ‘Aluvial 93’,
pertenecientes a esta familia. Encontraron que al día en estas concesiones se
moviliza un promedio de 960 metros cúbicos de tierra con un equipo básico
conformado por un cargador frontal y un volquete. Extendiendo esta cifra a toda
la maquinaria instalada en la zona, se dedujo que en Huepetuhe y sus alrededores
se comercializa alrededor de 450 kilos de oro al mes. Si se calcula que 1 kilo
de oro equivale a US$60.500 (cada onza se cotiza en US$1.716), deducimos que la
cantidad de dinero que aquí se moviliza es obscena (unos US$27 millones al
mes).
Todos los días, a toda hora, en algún rincón de
este pueblo se está extrayendo, vendiendo y comprando oro. Y, según revela un
funcionario –que prefiere mantenerse en el anonimato , por seguridad– de la
oficina de Fiscalización de la Dirección Regional de Energía y Minas, en todo el
proceso (extracción, venta, compra) se infringe una cadena interminable de
normas ambientales, laborales y legales, cuyas sanciones resultan siendo parte
del problema. Un ejemplo: en la resolución 031-2004 del Ministerio de Energía y
Minas, promulgada el 3 de febrero del 2004, se da cuenta de una inspección
llevada a cabo en tres concesiones pertenecientes a Cecilio Baca y Gregoria
Casas, para verificar el cumplimiento de normas ambientales, laborales y de
higiene minera. A modo de sanción, se exigió un pago de S/.10.602,04. Cuando el
ministerio anunció que aplicaría un cobro coactivo por el incumplimiento del
pago correspondiente, ‘Goya’ visitó personalmente la oficina de la Dirección
Regional de Energía y Minas y aseguró que ya había cancelado ese monto al Banco
de la Nación, y hasta mostró los sellos de caja que le fueron entregados. Ella
no podía leerlos por su condición de analfabeta, pero sí sabía exactamente para
qué sirven estos papelitos. Un par de llamadas a los directivos del banco y un
cruce básico del registro de ingresos demostraron que ‘Goya’ había falsificado
los vouchers. Tiene suficiente dinero como para pagar multas aún mucho mayores,
y lo ha demostrado más de una vez: antiguos funcionarios de la oficina de la
Sunat en Madre de Dios cuentan que en una inspección llevada a cabo en Huepetuhe
se exigió personalmente a ‘Goya’ el pago de varios cientos de miles de soles por
concepto de multas por evasión, y que ella le pidió a un empleado suyo que le
alcanzara un maletín y allí mismo, frente a los funcionarios estupefactos, contó
cada billete y cada moneda y pagó su multa en efectivo. Pero en aquel caso,
cuando ‘solo’ debía pagar S/.10.602,04, prefirió falsificar un papel. La
resolución, firmada por el entonces ministro Hans Flury, dictaba iniciar
acciones legales contra esta familia.
Esa fue la primera huella de ilegalidad que
dejaron en su camino los magnates del oro en Madre de Dios. La primera, pero no
la única.
LA SELVA YA NO ES VERDE
Había una piscina en Huepetuhe, la única del
pueblo. Era parte de un hotel medianamente decente, de cinco pisos, de
habitaciones con vista al río. El edificio ahora luce abandonado, torcido hacia
un lado, y la piscina –que ocupaba el cuarto piso– está ahora en el primero. Los
tres primeros pisos están enterrados bajo varias capas de relaves mineros que se
han desplazado con el paso de los años. De hecho, ocurre cada cierto tiempo: los
habitantes de este pueblo se dan cuenta de que el muro arenoso de contención,
que años atrás fue levantado, está próximo a ser sobrepasado, lo que significa
el inminente desembalse de los ríos de barro y mercurio seco. Y no hay cómo
detenerlo. Hay comerciantes que, bajo lo que es ahora son sus tiendas, tienen
acumulados productos –repuestos para camiones, motores, herramientas– que no
pudieron recuperar. Y, ni modo, compraron un poco de madera y levantaron un piso
nuevo. Y así. La vida no se acaba en Huepetuhe porque hay oro y porque ‘Goya’,
el eje de esta economía infestada de ilegalidades, necesita que trabajen para
ella. Hay que extraer oro y rápido; luego habrá tiempo para pensar en una nueva
piscina.
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‘Goya’ también se impone entre empresarios de importantes compañías.
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Un periodista de un canal de televisión de Madre
de Dios es uno de los pocos que ha logrado entrevistar a ‘Goya’. Ella lo citó,
junto a un grupo reducido de personas, en uno de sus campamentos. Para llegar a
este lugar se debe atravesar la carretera de Huepetuhe, que en realidad era el
río, pero en vez de agua hay relaves mineros que el sol seca y por los cuales
perfectamente se puede transitar, incluso en los camiones más pesados. No hay
río y por lo tanto no existe aquí un solo pez. El periodista recuerda que
‘Goya’, para jugar un poco con la idea de hasta dónde puede llegar su riqueza,
les sirvió camarones, un plato físicamente imposible de obtener en la zona. Ese
mismo reportero, por criticar a los poderosos gremios mineros de Madre de Dios,
ha sido agredido e insultado y ahora ‘colecciona’ mensajes de voz amenazantes en
su celular.
Pocos son los dueños de Huepetuhe; dueños, se
entiende, en sentido comercial, que es el único orden aquí. Algunas de las
mayores fortunas locales pertenecen a las familias Cosme Quispe y Huaquisto, así
como a la empresa Sur Amazónico –todos estos dedicados, también, a la extracción
de oro informal–, pero en cantidades muy menores comparadas con la enorme
porción de territorio que pertenece a las familias Baca Casas, Baca Fernández,
Baca Gutiérrez y Baca Condori; es decir, a Cecilio Baca, Gregoria Casas y sus
hijos. Uno de ellos, Marco Baca, llegó a ser presidente de la federación de
mineros locales, y representante, casi al mismo tiempo, de la concesionaria de
Volvo en el lugar. Es decir, el poder económico de esta familia no tiene
límites. En sus dominios ocurre de todo: luego de una inspección llevada a cabo
a finales de junio del 2010, y en la que participaron inspectores laborales y
representantes de la Fiscalía Especializada en Materia Ambiental de Madre de
Dios, se sometió a investigación a 12 empresas locales, entre ellas ‘Baca
Fernández Cecilio’ y ‘Goya’, que han acumulado denuncias por informalidad
laboral. Esto, por cierto, es un eufemismo de lo que realmente ocurre en estos
campamentos, donde la explotación y marginalidad y la ausencia de condiciones
mínimas de seguridad es lo más común.
Años atrás, cuando ya el imperio de ‘Goya’ marcaba
un rumbo sostenido gracias al incremento en el precio internacional del oro,
otros mineros informales y artesanales se desplazarían y buscarían nuevos
territorios a los cuales ingresar sin ningún tipo de control. Huepetuhe era ya,
y es y seguirá siendo, un enorme forado, un tajo mal abierto. Las fotos aéreas
que acompañan estas páginas así lo demuestran. Por cierto, imágenes muy
similares componen el póster que venden algunos ambulantes en la plaza de Armas
de Puerto Maldonado, bajo el eslogan “Huepetuhe, capital peruana del oro”. En
ellos aparecen, sin pudor alguno, los cerros ya pelados y las enormes máquinas y
el pueblito reducido, casi escondido. Solo se han borrado, quizá por estética
simple, las imágenes de los gallinazos que abundan en el lugar. Huepetuhe
representa el inicio de la decadencia de Madre de Dios.
Aún queda la impresión de que en
la capital de Madre de Dios, la capital de esta región, los problemas siguen
siendo otros. Cuando Mick Jagger viajó de Cusco a Puerto Maldonado, en octubre
del 2011, en medio de diplomas y medallas y llaves de la ciudad y otras
condecoraciones folclóricas, él les comentó a algunas autoridades presentes un
problema que vio desde la pequeña ventana de su avión: el lado oscuro y marrón y
ya perdido de la selva.
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La minería informal cambió el paisaje en Madre de Dios. Al fondo, Huepetuhe.
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Madre de Dios: la maldición
de los recursos naturales
En la sede de la Dirección Regional de Energía y
Minas del Gobierno Regional de Madre hay una oficina amplia y silenciosa en la
que están repartidas, como si de una reciente mudanza se tratara, varias cajas
enormes de cartón, que dentro guardan expedientes del grosor de un ladrillo. Son
los estudios básicos de impacto ambiental remitidos por los mineros de Madre de
Dios. Un funcionario de esta oficina, que se pasa la vida –literalmente– leyendo
estos documentos, comenta que desde el 2009 hasta la fecha a esta oficina han
llegado 554 expedientes, de los cuales solo se han podido certificar 88. Antes
eran dos las personas que debían revisar cada uno antes de poner el sello
correspondiente; ahora son seis. En promedio, el expediente más sencillo y con
menos errores demora entre tres y cuatro días en ser corregido. El minero
informal, mientras espera, decide empezar a operar. Ocurre siempre, todo el
tiempo, todos los días. ¿Quién lo va a sancionar?
Un estudio elaborado en el 2009 por el Instituto
de Investigaciones de la Amazonía Peruana (IIAP) y el Ministerio del Ambiente
indica que si los mineros de Madre de Dios pagaran impuestos por los S/.1.600
millones que se comercializa cada año, la región obtendría alrededor de S/.50
millones para obras públicas. Pero esta actividad solo reporta impuestos por una
cantidad ridícula de dinero: S/.42 mil.
Ante este panorama comienza, entonces, el juego
político. Aquiles Velásquez, presidente de la Federación de Mineros de Madre de
Dios (Fedemin), asegura que ellos, los mineros informales, sí quieren
convertirse en formales, pero que el gobierno no se los permite y les impone
leyes y normas imposibles de cumplir. La culpa, dice, la tienen ‘los otros’.
‘Los otros’ son las autoridades. Ernesto Montañez,
el director regional de Energía y Minas, la tiene más clara, al parecer. “Este
no es un tema social ni ambiental ni económico; es un ilícito penal el que se
está cometiendo”, señala. El decreto 012 del Ministerio del Ambiente, promulgado
en el 2010, prohibía el uso de dragas y otras herramientas de succión en los
ríos, y autorizaba a las Fuerzas Armadas para que las destruyeran. Así se hizo.
El problema es que esos mismos mineros ahora están en tierra firme, y no hay un
decreto que ordene desplazarlos. A lo mucho, explica Montañez, los efectivos
policiales y militares destruyen la bomba de inyección de los motores, pero
estas se consiguen luego muy fácilmente. Agrega el funcionario: “Como el
Gobierno Regional, entonces, decidió no entregar más concesiones, los mineros se
movilizaron y compraron el kit de revocatoria del presidente regional, José Luis
Aguirre”. Y ahí están, en una carpa en la Plaza de Armas de Puerto Maldonado,
recolectando firmas que valen oro, literalmente.
¿Hay alguna solución, siquiera parcial? César
Ipenza, abogado de la Sociedad Peruana de Derecho Ambiental y ex asesor del
ministro Antonio Brack, afirma que Madre de Dios sufre la “maldición de los
recursos naturales”. El experto comenta que lo primero que debe hacerse para
combatir la minería informal es saber realmente a qué se enfrenta el Estado, de
qué tamaño es el monstruo. “Lo primero que se debe hacer es ponerlos en
evidencia, demostrar que no son pequeños productores mineros, sino gente de
mucho dinero. La Sunat y otros organismos deben desenmascararlos, primero, para
evitar que se sigan acogiendo a los beneficios de la pequeña minería”.
El Ejecutivo ha anunciado
recientemente que evalúa una serie de medidas para seguir combatiendo a los
mineros ilegales, entre ellas la tipificación de esta actividad como delito
sancionado con prisión efectiva. Mientras tanto, y como demuestran los mapas,
los mineros ya se apostaron con sus máquinas y su mercurio y sus prostíbulos y
su impunidad sobre la zona de amortiguamiento de la Reserva Natural de
Tambopata. Esta reserva, curiosamente, fue el destino turístico amazónico más
visitado por turistas extranjeros durante el 2011.
1.545
hectáreas tienen en concesión 'Goya' y
su exmarido en Huepetuhe. Otras 600 hectáreas se encuentran en
trámite
27 millones de
dólares se mueven mensualmente en Huepetuhe. La
mayor parte del dinero llega al imperio de 'Goya'
18.000 kilos de
oro extraen anualmente los mineros informales
de Madre de Dios
70 toneladas
de
mercurio y otros químicos son vertidos a los ríos de Madre de
Dios anualmente, debido a la actividad minera en la región
1.100
adolescentes son explotadas sexualmente en los
bares, cantinas y prostíbulos ubicados en zonas mineras como Huepetuhe,
Guacamayo, Delta 1, La Pampa, entre otras