«El estrés es el peor
enemigo del cerebro»
El investigador
explica en un libro qué contribuye a dar forma a nuestra materia gris y cómo
podemos aprovecharlo.
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El investigador David Bueno i Torrens - Andreu Puig Martí |
«Imaginemos
que alguien nos da una hoja de papel para hacer una pajarita, pero cada uno
recibe una hoja ligeramente diferente: grande, pequeña, rectangular,
cuadrada... Algunas hojas facilitarán más la tarea que otras, pero una parte
importantísima de cara al resultado final será nuestra habilidad para
doblarlas. Si lo hacemos con cuidado, siguiendo el orden correcto,
conseguiremos una buena figurita. Le habremos sacado el máximo provecho. Lo
mismo ocurre con el cerebro». De esta forma explica David Bueno i Torrens
(Barcelona, 1965), divulgador, doctor en Biología y profesor de Genética en la
Universidad de Barcelona, el concepto de «cerebroflexia», que expone en su
libro del mismo título (Plataforma Actual).
-Así que podemos moldear nuestro
cerebro de alguna forma.
Las
variantes génicas concretas que ha heredado cada uno pueden facilitar más o
menos algunas características mentales. En esto no podemos hacer nada, tenemos
las que tenemos, y nuestros hijos tienen las que tienen. Pero el ambiente
social y educativo, que contribuye a la formación del cerebro a través de la
plasticidad neural, la capacidad de establecer conexiones nuevas entre
neuronas, depende de todos y cada uno de nosotros. Y por tanto es ahí donde
debemos centrar nuestros esfuerzos si queremos aprovechar al máximo las
características del cerebro. Para mí eso significa crecer en bienestar y
dignidad.
-¿El cerebro se construye
permanentemente?
Ciertamente,
el cerebro es un órgano permanentemente inacabado, siempre en construcción y
reconstrucción. Esto es debido a que la plasticidad neural no se detiene nunca.
Es máxima durante la etapa infantil y va decreciendo con la edad, pero se
mantiene siempre. En esta plasticidad se basa la capacidad de aprender cosas
nuevas durante toda nuestra vida, y también de adaptarnos a los cambios que se
producen en nuestro entorno. A las personas mayores les cuesta más que a las
jóvenes, precisamente porque la plasticidad
ha disminuido, pero sigue ahí.
-¿De qué manera lo hace?
El
cerebro se construye y reconstruye a base de establecer conexiones nuevas, y
también de podar las sobreras. En cada etapa de la vida, especialmente desde el
nacimiento y hasta el final de la adolescencia, hay programas genéticos que
indican qué zonas del cerebro se deben ir conectando, secuencialmente. Por eso
las personas vamos madurando con la edad, a medida que el cerebro se va
construyendo. Pero los genes no determinan qué dos neuronas concretas van a
terminar conectadas y cuáles no.
-¿De qué depende eso?
De
la interacción del cerebro con el ambiente, familiar, social, cultural y
educativo. La idea es simple. Si dos neuronas se conectan y la conexión resulta
útil, se mantiene. En caso contrario, remite. Y si usamos muy a menudo una
conexión, se refuerza con otras neuronas, lo que consolida ese aprendizaje.
Para el cerebro, la mejor recompensa es la aceptación y la valoración de las
demás personas. Si valoramos la motivación, generaremos cerebros con más
capacidad de motivarse. Si valoramos la creatividad, el compromiso social o la
empatía, más de lo mismo. Pero si valoramos la sumisión, o la impulsividad,
generaremos cerebros sumisos y sin capacidad de decisión, o impulsivos, etc. De
ahí que esta «cerebroflexia» entrañe una gran responsabilidad, familiar, social
y educativa.
-Se habla de la importancia del
primer año para el desarrollo del cerebro. ¿Por qué?
Durante
los tres primeros años de vida, la corteza cerebral, que es donde se gestionan
los procesos mentales más elaborados, como el razonamiento, el control
ejecutivo, la toma de decisiones, el lenguaje, la empatía, etc, realiza
muchísimas conexiones entre neuronas cuyo objetivo es adecuar el comportamiento
futuro de esa persona al entorno donde vive. La zona del cerebro que gestiona
la memoria, el hipocampo, no participa de ello, y por eso no tenemos recuerdos
de esta etapa, pero sin embargo condiciona todos nuestros comportamientos
adultos, de manera preconsciente.
-¿En qué forma?
Por
ejemplo, vivir en un entorno donde se palpe la conflictividad, sea del tipo que
sea, genera cerebros que van a responder de forma más impulsiva, porque para
adaptarse a las amenazas provenientes de los conflictos hay que responder con
rapidez. O un ambiente estresante genera cerebros con más dificultades para
tomar decisiones, porque el estrés influye negativamente en la zona de la
corteza que gestiona esta característica mental. Del mismo modo, un ambiente de
relativa estabilidad contribuye a formar cerebros más reflexivos y creativos.
-Entonces, ¿somos responsables del
desarrollo de nuestro propio cerebro o del de nuestros hijos?
Somos
en parte responsables del desarrollo del cerebro de todas las personas con
quienes nos relacionamos de manera habitual, porque a través de nuestras
acciones influimos en su plasticidad neural, y viceversa, ellos en la nuestra.
Y también del desarrollo de nuestro propio cerebro, puesto que se ha visto que
el simple hecho de pensar, o de meditar, también aporta su granito de arena a
la plasticidad neural, a les conexiones que se han haciendo y rehaciendo.
-En la inteligencia, ¿qué pesa más:
la herencia genética o la educación y la experiencia?
De
todo un poco. En los niños y las niñas, la genética pesa aproximadamente un
45%, y la educación y la experiencia el resto. Su cerebro es más influenciable
a los condicionantes externos que el de los adultos, en que la genética llega a
pesar hasta el 70%. Sin embargo, me gusta aclarar que este porcentaje genético
es inevitable, por lo que vale la pena centrarse en los componentes familiares,
educativos y sociales, que son los que podemos modificar y ajustar. Son los que
marcan la diferencia entre sacar un buen provecho del cerebro, dejarlo a medias
e incluso perjudicarlo.
-¿Qué hay de la voluntad?
La
voluntad es una característica mental que va madurando con la edad, y la
cerebroflexia contribuye a formar personas que sepan gestionarla de forma
adecuada o todo lo contrario, que carezcan de motivaciones para ejercer su
voluntad. Al mismo tiempo, ejercer la voluntad también repercute sobre la
plasticidad neural, por ejemplo reforzando los circuitos neurales de la
motivación y la atención. En el cerebro todo está relacionado, no hay circuitos
que funcionen de manera independiente de todos los demás.
-La parte del cerebro que regula las
emociones, ¿también se puede trabajar?
Las
emociones consisten en patrones de conducta preconsciente que se desencadenan
ante cualquier cambio significativo en el status quo el momento, y se generan
en una zona del cerebro denominada amígdala. Es una forma rápida de reaccionar ante
posibles amenazas. No podemos controlar el inicio de una emoción. Sin embargo,
una vez iniciada, la amígdala también envía una señal a la corteza cerebral,
concretamente a la zona de control ejecutivo, lo que nos permite reconducir
esas conductas si racionalmente vemos que no son las más adecuada. Por eso, la
mejor manera de trabajar las emociones es aprendiendo a racionalizarlas, para
ser conscientes de ellas y, sin menospreciar su gran función en nuestra vida
mental, saber gestionarlas.
-¿Qué puedo hacer para que las
neuronas de mi cerebro sigan haciendo más y más conexiones?
La
respuesta es simple: entrenarlas. Del mismo modo que para mantener el cuerpo en
forma hay que entrenar aunque sea de vez en cuando y practicar algún deporte,
para que la plasticidad neural se mantenga de la mejor manera posible hay que
utilizar el cerebro: leer, resolver enigmas, pensar, jugar a juegos que
requieran esfuerzo mental, aprender idiomas, etcétera. Todo ello genera lo que
se denomina reserva cognitiva, que es la capacidad de adaptarnos a medida que,
con la edad, inevitablemente vamos perdiendo algunas de nuestras conexiones
neurales.
-¿Cómo se puede fomentar la
creatividad?
Se
ha mitificado mucho la creatividad. La creatividad es la capacidad de
relacionar objetos o ideas aparentemente desconectados. Es lo que hacen todos
los niños cuando son pequeños, que juegan con un palo o una piedra como si
fuese un coche, un avión o un muñeco. Es máxima cuando somos pequeños, y
disminuye con la edad. Lo que debemos hacer es dejar que los niños gestionen
sus propios juegos, no pautarlos en exceso, para que trabajen su creatividad.
Y, a medida que se van haciendo mayores, enseñarles a ser críticos –la
capacidad crítica se relaciona con la creatividad–, a mantener un buen sentido del
humor –también el humor es creativo–, a hablar y discutir razonablemente y con
argumentos sobre cualquier tema, etcétera. En definitiva, mantener viva la
motivación para ver más allá de lo evidente.
-En su libro habla de la meditación,
¿qué nos aporta?
Se
ha visto que la meditación contribuye a fomentar la plasticidad neural, y
genera un espacio de tranquilidad donde hacer conexiones nuevas. También el
deporte físico estimula la plasticidad neural y disminuye el estrés. En este
sentido, cabe decir que el enemigo número uno del cerebro es el estrés, y todo
lo que lleve a limitar sus efectos contribuirá a mantener una mejor salud
mental... y física.
FUENTE:
JUDITH DE JORGE (Madrid)
http://www.abc.es/ciencia/abci-estres-peor-enemigo-cerebro-201603142326_noticia.html