Freddy Changra: el dulce sabor de los turrones, las cachangas y las bombitas
Freddy Changra, dueño de la popular carretilla que se encuentra en el parque Kennedy de Miraflores, lleva más de 20 años en este negocio
Hay días en que comer algo dulce resulta siendo un exceso.
Será acaso porque este es un feriado caluroso, o porque esta tarde en el parque Kennedy de Miraflores hay muchachos esperando a chicas que tardan en llegar, y hay coches de bebes y niños corriendo, y hay abejas atraídas por la miel, revoloteando alrededor de quienes comen picarones.
Y también está Freddy Changra, como hace cerca de 20 años, atendiendo en su pequeño puesto donde desde las dos de la tarde vende cachanga, turrón crocante y bombitas.
Es una oferta hiperdulce, a dos soles la porción, que convoca a la gente que recuerda la salida del colegio, la salida del estadio, los paseos por la plaza con la novia.
Todas las mañanas Freddy Changra le toma ventaja a la salida del sol.
Se levanta antes que su esposa y sus tres hijos y comienza a preparar una masa de harina, manteca, agua y un secreto, que en su punto exacto de espesor luego freirá.
El resultado será de 80 a 100 cachangas, cifra que para los domingos suele duplicarse.
Y ni hablar de la feria Mistura, donde vendió en su mejor día cerca de ochocientas. La historia se repite esta tarde en que un ejército de nostálgicos busca en crocantes y dulces cachangas un viaje al pasado. Y el contagio se extiende también a los más jóvenes.
APRENDER DEL CLIENTE
Freddy Changra acepta las críticas de los clientes. Si alguien le dice que está muy empalagosa la miel que él suele preparar con jugo de naranja para bañar las cachangas y las bombitas, rápidamente dirá que la ha hecho así para resistir las horas de intenso calor, que de otro modo la miel se derretiría.
Si un cliente no quiere algo tan dulce, él le recomendará un producto horneado en lugar de uno frito. “El negocio es del público”, dice.
Comenzó en la segunda mitad de los ochenta.
No había terminado sus estudios de Ingeniería en San Marcos y trabajaba en una editorial recibiendo pedidos, pero el dinero no le alcanzaba.
Eran tiempos difíciles y Freddy pensó que más rentable iba a ser dedicarse al oficio de su padre.
Él había crecido acompañándolo a vender cachangas y otros dulces.
Los tres meses de verano y de vacaciones escolares se iban juntos a vender a las playas de Chorrillos, Barranco y Miraflores y el resto del año cuando no había clases se subía a una carretilla y recorría las calles.
Cuando cumplió los 16, su padre le encargó toda la producción y convocó a otras cinco personas para que vendieran por él.
Esa fue su escuela para aprender el manejo de los insumos y luego correr solo.
“Mi padre no aceptó al principio que yo me dedicara a lo mismo que él, decía que no me había educado para eso, pero luego comprendió”.
Las lecciones de trabajo suelen ser la herencia más querida.
Vendiendo en Surco, en 1988, fue ganando una clientela que lo animaba a crecer cuando se lo cruzaban por la calle o a la salida de la iglesia.
Incluso le recomendaron llevar sus productos a una cadena de supermercados y Changra terminó sentado frente a una jefa de compras cuyo nombre no ha podido olvidar.
Tampoco ha olvidado cuando ella le dijo que todavía no estaba listo.
Changra continúo ampliando sus ventas en Surco y hasta repartía cachangas y turrones de fideos crocantes a domicilio.
Pero en 1992 inició la mudanza a Miraflores luego de competir en una convocatoria lanzada por el entonces alcalde Alberto Andrade para seleccionar a los mejores vendedores de dulces tradicionales.
Y fue así que Freddy Changra ganó un puesto de trabajo que hasta hoy conserva en el parque Kennedy.
EL RETO DE CONTINUAR
Participar en Mistura y aparecer en la televisión y en un par de revistas le abrieron desde el 2008 las puertas para ser invitado a otras ferias gastronómicas, también a eventos y fiestas organizados en casas y clubes privados.
Cuando Gastón Acurio lo visitó, le hizo prometer que pronto debería abrir una fábrica.
Han pasado tres años y la presentación del negocio de Freddy Changra sigue siendo la misma: un puesto pintado de rojo y con rueditas, y él atendiendo con mandil y gorro blanco.
Hay clientes que compran sus productos para llevarlos a parientes en el extranjero.
Quieren comprar más de 10 y Freddy Changra piensa que se vería mejor si tuviera un empaque o una cajita bien diseñada donde colocarlos.
Pero no la tiene.
¿Qué le ha faltado?
“Quizá un poco de organización y tiempo porque solo preparar me toma gran parte del día. No puedo partirme en dos para estar en el taller y atendiendo a la gente”, dice, mientras en silencio su hijo Freddy le ha tomado la posta sirviendo las cachangas, recibiendo el dinero y sin decir más palabras que gracias.
“Yo les digo a mis hijos que este negocio es para ellos”.
Pero a los 50 años, Freddy Changra no puede evitar pensar que en poco tiempo, ya más grandes, ellos tomarán otro camino.
FUENTE: http://elcomercio.pe/gastronomia/746936/noticia-cronica-dulce-sabor-turrones-cachangas-bombitas
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