Después de Hugo Chávez...
(Editorial)
Ex presidente de
Venezuela dijo en el 2009: “Después de mí, el vacío, el caos”.
Todo indica que ahí sí que no se equivocó
Murió Hugo Chávez. Cuando lo anunció
su delfín, lo hizo dirigiéndose a un país que ahora tiene el nombre de la
“ideología” que él inventó. Su huella, pues, ha sido amplia y profunda. La
tragedia es que lo ha sido en el mismo sentido en el que lo son las de los
terremotos: lo que ha abarcado, lo ha destruido.
Nos es poco
grato tener que decir esto en la cara de su muerte y del calvario personal y
familiar que han de haber supuesto sus últimos meses. Nosotros no creemos en
encarnizamientos. Sin embargo, no se ha ido solamente un hombre, sino un
gobernante extremadamente influyente, por lo que no podemos dejar de anotar lo
que pensamos de su legado sin faltar al deber de nuestro oficio. Para que la
destrucción causada por el chavismo no se repita, es esencial que se comprenda.
Por motivos de
espacio, nos concentraremos acá en un solo punto: el que le granjeó el apoyo
mayoritario de su pueblo durante cuatro elecciones consecutivas además de
servir frente a muchos para justificar todos los atropellos de su gobierno. Nos
referimos a la reducción de la pobreza venezolana. Un éxito grande en la
superficie (aunque aun así menor porcentualmente al de países como el Perú),
pero una falacia cruel en la realidad. Y es que lo que Chávez hizo no fue sacar
a la gente de la pobreza, lo que Chávez hizo fue alimentar –literalmente y
también con servicios– a la gente en la pobreza. La diferencia puede parecer
sutil, pero es importante. Si a uno lo mantienen durante un período pero al
final de ese período uno sigue sin tener las capacidades y el contexto
necesarios para producir lo suficiente para mantener su calidad de vida por sí
mismo, acabado el período uno es tan pobre como cuando comenzó aquel. Y ni qué
decir si el benefactor ya no puede sostener el ritmo de sus donaciones…
Veámoslo con cifras. Mucho más que él
mismo, lo que presidió los 14 años del gobierno de Chávez fue una
extraordinaria suerte: los precios del petróleo, la principal exportación
venezolana, que se multiplicaron por más de 16 (para su pico en el 2008). Así,
pese a las caídas en la producción de la petrolera estatal, el Estado
Venezolano pasó de tener ingresos petroleros anuales por US$20.000 millones de
dólares en el 2000, a US$120.000 millones en el 2011. Como resultado, Chávez
pudo gastar en “inversión social” US$400.000 millones en la última década
(conforme a la Cepal).
Esta auténtica inundación de dólares, sin embargo,
parece no haber dejado nada sólido detrás. La productividad venezolana (privada
y estatal) no ha hecho más que caer en los años del chavismo y el país depende
cada vez más de las importaciones y de los gastos del gobierno (es decir, de
los ingresos del petróleo). Este último, sin embargo, ya no se da abasto para
mantener todo lo que tiene que mantener (pese a haber echado mano de las
reservas del banco central) y, teniendo el déficit fiscal más alto de América
Latina, ha debido comenzar a cortar sus gastos disimuladamente luego de la
aceleración que permitió reelegir al comandante en octubre pasado. Mientras
tanto, el país soporta una inflación de 40% (la más alta de América Latina) y
una escasez generalizada, incluyendo la de alimentos (la producción agrícola de
Venezuela también está en un bajo histórico). Ni siquiera sirvieron para
infraestructura los US$400.000 millones. De hecho, hay cada vez mayor falta de
agua y desde el 2008 el país sufre tantos problemas de luz que el propio Chávez
recomendó a los venezolanos usar sus linternas para ir al baño en las noches.
La infraestructura hospitalaria, por su parte, ha sido descrita por “The
Economist” como “podrida”. Fácil entender así cómo el país ocupa el puesto 138
de 142 países del Índice Global de Competitividad en la elocuente categoría de
“desperdicio del gasto público”.
Mientras tanto,
solo el año pasado han sido asesinadas 21.000 personas en Venezuela y
Transparencia Internacional clasifica el país como el décimo más corrupto del
mundo (algo no sorprendente viendo las fotos que se han tomado de la madre del
presidente, otrora humilde maestra estatal, con anillos de diamantes y un
poodle en el bolso). En cuanto a la institucionalidad, acaso nada ilustre mejor
la situación que las declaraciones en las que la chavista presidenta del máximo
órgano de justicia venezolano hizo saber públicamente que “la división de
poderes debilita al Estado”. Para la situación de la libertad de expresión, por
su parte, basta saber que solo queda un canal independiente en la señal abierta
(Globovisión) que es perseguido judicialmente por el Gobierno al igual que su
dueño. Aunque en realidad el problema de Chávez era con los derechos humanos en
general, a juzgar por las denuncias de Amnistía Internacional y Human Rights
Watch.
Chávez, en fin, dijo en el 2009: “Después de mí, el vacío, el caos”.
Viendo la situación en la que deja a Venezuela todo indica que ahí sí que no se
equivocó.
FUENTE: http://elcomercio.pe/actualidad/1546240/noticia-editorial-despues-hugo-chavez?ft=grid
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