A los 25 años de la caída del Muro
(Martín Belaunde Moreyra)
El último domingo 9 de noviembre pude ver por CNN la extraordinaria
ceremonia de conmemoración de los 25 años de la caída del Muro de Berlín. Se
trató de una multitudinaria manifestación en la que alrededor de cien mil
personas celebraron ese extraordinario evento en la historia de la libertad del
ser humano. Y lo hicieron lanzando al aire miles de globos mientras que la
orquesta sinfónica de Berlín tocaba la Novena Sinfonía de Beethoven, lo cual le
dio a la celebración una áurea de libertad y majestad irreproducible en otras
circunstancias. Fue si se quiere, la mejor reivindicación del pueblo alemán
después de la derrota sin atenuantes de la Segunda Guerra Mundial, que de
alguna manera borra, si bien no olvida, el oprobio de Hitler y del nazismo.
¿Pero cómo pudo ocurrir este fenómeno que no estaba planificado en
ningún manual de política? Aquí cabe aplicar una frase que muchas veces escuché
a Fernando Belaunde Terry: el valor de lo imprevisto con sus tremendas e
inevitables consecuencias. Esta historia quizás comenzó a desencadenarse a raíz
la elección del Papa polaco Wojtyla, Juan Pablo II, que dio nuevos bríos a la
rebelión de Solidaridad y socavó la seguridad interna de la antigua Europa
Oriental sustentada en la bota del soldado ruso. Al mismo tiempo aceleró las
contradicciones internas dentro de los pueblos dominados al interior de la
Unión Soviética, lo cual a su vez obligó a Gorbachov a inventar el engendro de
la perestroika como una manera de aggiornar al comunismo, pero que tuvo la
virtud de hundirlo en más contradicciones, que a su vez aceleraron su caída dos
años después del desmantelamiento del muro de Berlín.
Hoy el comunismo no existe en Europa, ni en la así llamada Oriental,
socia de la Unión Europea, ni en Rusia misma. Sin embargo, en el Kremlin
tenemos un régimen de cara democrática empeñado en reconquistar a sus antiguos
dominios, lo que ha conseguido ya al arrebatar Crimea de Ucrania y amenazar a
esta última, por la vía de la anexión indirecta de sus provincias del Este o
mediante su conquista militar. ¿A través de métodos violentos acompañados de la
presión económica del suministro de gas, podrá Putin convertir a Kiev en la
reinventada capital del primer rus, que brilló como una avanzada del
cristianismo en las estepas euroasiáticas?
No lo sabemos, pero sí debemos tomar conciencia que en los extramuros de
Europa se está desencadenando una nueva tensión, en alguna forma parecida a la
Guerra Fría de la segunda mitad del siglo XX, quizás sin su potencialidad
destructiva, pero no menos real en el desafío geopolítico del mundo.
FUENTE: http://www.expreso.com.pe/blog/tribuna-libre-852
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