CRISIS POLÍTICA EN BRASIL
Las
protestas más multitudinarias de la democracia ponen contra las cuerdas a
Rousseff.
Cientos
de miles de brasileños marchan por la salida del poder de la presidenta y
contra la corrupción.
Manifestantes en la Avenida Paulista (São Paulo). / Miguel Schincariol AFP |
Una
multitud vestida de verde y amarillo ha salido a las calles de Brasil este
domingo contra la corrupción, por la salida del poder de la presidenta Dilma Rousseff y la detención del expresidente Luiz
Inácio Lula da Silva. Son las protestas políticas más multitudinarias de la
democracia de este país, y este éxito aplastante pone mucha presión sobre el
Gobierno, sumido en una larga crisis política.
En
São Paulo, la ciudad que suele funcionar como termómetro de este tipo de
movilizaciones, unas 450.000 personas participaban vestidas de verde y amarillo
en la protesta la tarde del domingo, según los primeros datos del Instituto
Datafolha, el sistema de medición del diario Folha de S. Paulo. La única
manifestación comparable, en marzo del año pasado, reunió a menos de la mitad
(210.000 personas), según el mismo periódico, y un millón, según la policía. En Río de Janeiro, los organizadores
celebraron la llegada de un millón y medio de personas y afirmaban haber batido
su propio récord. La Policía no ofreció datos de participación. En Brasilia, la
Policía Militar calculó 100.000 asistentes (el doble según los organizadores).
Decenas de miles también salieron a la calle en otros puntos del país.
Verde y amarillo
“Hemos
llegado al límite. Es la primera vez que vengo a una manifestación, he dejado a
todos mis nietos en casa, pero quería demostrar mi apoyo a la Fiscalía para que
continúe haciendo su trabajo”, explicaba en Río de Janeiro el empresario
jubilado Ricardo Castro, de 71 años. Los manifestantes, que empezaron rezando
un Padre Nuestro, entonaron cantos a favor de la Policía Federal y el juez
Sérgio Moro. El magistrado, convertido en un héroe de las protestas, comanda la Operación Lava Jato, una
investigación que investiga la corrupción en Petrobras y que salpica a
empresarios y políticos de todos los colores. “Yo no quiero vivir en otro país,
quiero vivir en otro Brasil”, cantaba la multitud reunida en Copacabana.
En
São Paulo, el centro neurálgico de los negocios de la ciudad se colapsó la
tarde del domingo. Los manifestantes de la Avenida Paulista sostuvieron sobre
sus cabezas una gigantesca pancarta con las palabras “Impeachment ya” y
pasearon muñecos inflables de Lula y Rousseff. En el barrio acomodado de
Pinheiros, centenares de personas con camisetas y banderas de Brasil se
dirigían a la manifestación cantando “Nossa bandeira jamais será vermelha”
(“Nuestra bandera jamás será roja”), en alusión a la enseña del Partido de los
Trabajadores (PT).
Mientras
una marea verde y amarilla tomaba las calles, las muestras de apoyo al PT de
Lula y Rousseff fueron discretas y puntuales en algunas ciudades, con carteles,
pintadas y pequeñas reuniones. El temor de las autoridades era que el clima de
polarización que domina el debate político en Brasil provocase enfrentamientos
violentos. Entre la multitud enfervorecida, una chispa puede causar un
incendio. En Río de Janeiro, por ejemplo, tres jóvenes con camisetas rojas (el
color del PT) fueron escoltados en un coche de la policía para evitar un
linchamiento.
Tono contra el PT
En
2013, Brasil también vivió multitudinarias
protestas, aunque en aquel momento empezaron por la subida en la
tarifa del transporte, y pronto abarcaron otras causas, como la calidad del
sistema público de salud y la educación. Si bien aquellas movilizaciones
mezclaron a brasileños de distintas orientaciones políticas y clases sociales,
las marchas de 2015 y 2016 tienen un marcado tono anti PT.
La
convocatoria de manifestaciones de este domingo eran una prueba de fuego para
las organizaciones que, desde finales de 2014, iniciaron un movimiento contra
la corrupción y contra la permanencia de Rousseff en el poder. Y la protesta es
un ejemplo más de la crisis política que lleva meses agitando Brasil. La
presidenta enfrenta serias dificultades para gobernar, sus índices de popularidad
rondan el 11%, y la economía no levanta cabeza. En la Cámara de Diputados,
donde cada vez cuenta con menos apoyos, la presidenta enfrenta un pedido de
destitución por supuestas maniobras fiscales. Paralelamente, el Tribunal
Superior Electoral estudia la posibilidad de impugnar el mandato de Rousseff y
de su vicepresidente, Michel Temer, del Partido del Movimiento Democrático
Brasileño (PMDB) por supuestas irregularidades y abuso de poder durante la
campaña electoral de 2014. Si la decisión juzgase que Rousseff llegó al poder
por medios ilegítimos, supondría la convocatoria de nuevas elecciones.
El
aislamiento de Rousseff puede empeorar. El PMDB, al que pertenecen seis de los
31 ministros y 67 de los 513 diputados de la Cámara legislativa, amenaza con
romper definitivamente con ella. En su convención nacional este
sábado, la formación prohibió a sus políticos aceptar nuevos cargos en el
Ejecutivo y se dio 30 días para decidir acerca de la separación.
A
estas dificultades se suman los escándalos de corrupción que salpican a
empresarios y políticos de todos los colores. Hasta Lula, mentor político de
Rousseff, ha sido acusado de beneficiarse de la corrupción de la petrolera
estatal Petrobras. Y, en un gesto inédito, la Fiscalía de São Paulo lo ha
denunciado por lavado de dinero, en un caso judicial paralelo, y ha pedido su
prisión preventiva. Si el caldo de cultivo para manifestaciones multitudinarias
llevaba cocinándose hace meses, la imagen de Lula conducido por la Policía
Federal para declarar sobre supuestas regalías recibidas de empresas corruptas,
hizo el resto.
FUENTE: http://internacional.elpais.com/internacional/2016/03/13/actualidad/1457896895_160067.html
MARÍA MARTÍN
RAQUEL SECO
Río de
Janeiro / São Paulo
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