"Si robas seres humanos nadie te va a decir
nada": el aterrador viaje de Flaviano Bianchini, el periodista italiano
que cruzó México como indocumentado
Bianchini cruzó México subido al tren conocido como La Bestia y a pie. |
Y venciendo a la voz interior que le
dice que no lo haga, entrega a la señora de la ventanilla el sobre que sostiene
entre los dedos y en el que escribió una dirección de Ciudad de México.
"Me miro las manos vacías. Ya no está. Se ha ido. Mi escudo, mi protección. Un
estúpido rectángulo de cartón de un color indefinido entre marrón y rojo
burdeos", escribirá tres años después.
El librillo en cuestión es -era, más
bien- su pasaporte italiano.
Y así el periodista se transforma en Aymar Blanco, su alter ego peruano, un
indocumentado.
Ese es el día cero.
A esa jornada le siguen 21 más, en
las que logra cruzar toda la geografía mexicana, desde Ciudad Hidalgo en
Michoacán hasta el Sásabe, en Sonora.
Y de allí, sorteando el desierto y el
doble muro que separa en ese punto a México de Estados Unidos, consigue llegar a Tucson, Arizona.
Lo que hace Bianchini es el mismo
camino que recorren cada año miles de migrantes en busca del sueño americano. Y lo realiza en las mismas condiciones
que ellos: sin documentos.
Su objetivo es vivir en su propia
piel una travesía que saca "lo mejor y lo peor del ser humano" y denunciar "el gran negocio que suponen las fronteras para las
organizaciones criminales y, en algunos casos, los estados legalmente
constituidos".
Flaviano Bianchini se deshizo de su pasaporte italiano y así se convirtió en Aymar Blanco, un indocumentado. |
"La mirada cambia"
El reto, al que se enfrentó inventado
un personaje -un oriundo de la Amazonía con ancestros vascos para explicar su
altura y su piel pálida y que nadie sospechara-, lo relató primero en italiano,
en el libro Migrantes. Clandestino verso il sogno
americano, publicado en 2015 por la BFS Edizioni.
Y en 2016 salió al mercado en
español, titulado El camino de la Bestia. Migrantes clandestinos
a la búsqueda del sueño americano, de la mano de la editorial
Pepitas de Calabaza.
"Decidí viajar sin pasaporte
porque la mirada cambia y porque la forma de pensar es distinta
sin ese escudo", le cuenta Bianchini a BBC Mundo.
"Además, llevarlo quizá me
hubiera ayudado con la policía, pero con las bandas criminales podría haber
sido peor. Me hubieran secuestrado, hubieran pedido un rescate, y de no
obtenerlo, me habrían matado", dice tajante.
Con unos y con otros se topó, así
como con el frío y el calor extremo, un hambre y una sed insoportables, el
cansancio.
"Aunque lo peor fue el miedo, no el dolor físico", reconoce.
Se refiere por ejemplo al terror que
sintió aún en Veracruz, cuando, tras soportar 24 horas en un falso fondo de la
caja de un camión, sometido a la temperatura infernal del motor junto a otras
45 personas, y viajar unos kilómetros en La Bestia -como se conoce a los trenes
de mercancías que cruzan México y sobre los que viajan los migrantes-, la
policía los encerró en un calabozo.
Allí pasaron dos días, hacinados y de
pie, tras ser despojados de todos los objetos de valor.
"No sabes cuándo te van a dejar
ir y sabes que puedes salir en muy malas condiciones, que te pueden vender a
una banda criminal o que pueden violar a todas las mujeres".
Las reglas de los migrantes
Pero salió ileso, igual que del
encuentro con aquellos hombres armados hasta los dientes, sicarios, miembros de
un cartel o más probablemente de una banda.
Por fortuna, no terminó siendo parte
de ese 25% que -se calcula- emprende el camino de sur a norte y desaparece.
"Una masacre", en sus palabras.
Burló ese posible destino en parte
por la suerte, pero también gracias a que siguió las reglas que "todos los
migrantes conocen", aquellas que se heredan boca a boca en los
países que llevan años vaciándose.
"Las normas van pasando de
generación en generación, como la madre de todas ellas: no te fíes de nadie, ni
de los propios migrantes", le explica a BBC Mundo.
O como el "no te duermas, no te duermas", que se repite
como un mantra durante todo el trayecto.
Otros trucos los aprendió en el
camino, como el de saltar con mucho impulso, agarrarse al tren y subir mucho
las piernas, para que la Bestia no las devore, dejándote lisiado.
Con algunos compañeros que sí hizo
migas a pesar de la regla de oro de no confiar, e inventaron hablar por turnos
en la montaña, para no perderse con esa niebla que no les permitía verse ni los
pies propios.
"Las reglas van
pasando de generación en generación, como la madre de todas ellas: no te fíes
de nadie, ni de los migrantes"
Flaviano
Bianchini, periodista
FLAVIANO BIANCHINI |
Aunque otras buenas prácticas las
conocía por ser quien es realmente -un periodista italiano especializado en
temas sociales y ambientales- no el personaje que se creó.
Así, se atrevió a
"desinfectar" sus calcetines usados con el agua ácida de aquella mina
abandonada del desierto de Sonora, tan cargada de químicos que no dejaba
microorganismos con vida.
Lo hizo ante la atónita mirada de sus
compañeros de viaje, que por nada del mundo se atreverían a tocar un agua tan
anaranjada.
Menos valor que las bananas
Todos ellos eran migrantes, "una
de las mercancías más lucrativas, eficientes y con menos riesgos del
mundo", señala Bianchini en su libro.
"Si robas seres humanos nadie te
dirá nada", añade, y los compara con un cargamento de bananas.
"Cuando se envían bananas hacia
al norte en un tren de carga, alguien se queda con un papel que dice cuántos
kilos son y cuándo se mandaron. Y si no llegan a destino, ese
alguien los reclama", explica.
Los migrantes
son una de las mercancías más lucrativas, eficientes y con menos riesgos del
mundo"
Flaviano
Bianchini, periodista
"Pero con los migrantes no pasa
eso. Es la paradoja. Una banana o un mango vale más que tú".
Un comentario también válido para lo
que ocurre en el otro extremo del mundo, en el Mediterráneo, si se compara a
los que cruzan ese mar huyendo de Siria, de Afganistán o un país subsahariano,
con el petróleo o el hierro que surca esas agua en dirección a Europa, dice.
Y reflexiona: "Los migrantes son una invención moderna. Hasta hace 50
años una persona venida de fuera era un recurso más".
Se aprendió las reglas de los migrantes, como el de no confiar en nadie, ni siquiera en uno de ellos. |
Él fue uno de ellos y logró su
empresa.
La salvación parecía estar al otro lado de la Interestatal 10,
la autopista que recorre el sur de EE.UU. desde California hasta Florida.
"Pero haber cruzado la frontera no significa nada",
se lamenta.
"No
representa otra cosa que volver a transformarse en carne de matadero para un
patrón que habla otra lengua y cree formar parte del país más civilizado y
democrático del mundo", explica.
Al otro lado de este desierto del desierto de Sonora, ya en Estados Unidos, es donde para el migrante empieza lo realmente difícil, dice Bianchini. |
"Y
aunque para mí mi travesía como indocumentado terminó al otro lado de la
Interestatal 10, para todos los demás es entonces cuando comienza el camino más
peligroso".
* Este artículo se publica en
el contexto de Centroamérica Cuenta, un festival de literatura y pensamiento
que se lleva a cabo en Managua, Nicaragua, entre el 22 y el 26 de mayo, y en e quel BBC Mundo ofrece el taller "Mitos y realidades del
periodismo digital".
FUENTE:
BBC Mundo *
http://www.bbc.com/mundo/noticias-america-latina-39762017?ocid=socialflow_twitter
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