Cómo
Lee Kuan Yew acabó con la corrupción en Singapur.
La
corrupción fue la norma en Singapur hasta los años 60. Hoy, sin embargo,
es el país menos corrupto del mundo
Lee Kuan Yew |
Si
la prostitución es el oficio más antiguo del mundo, la corrupción es
probablemente el vicio más antiguo del mundo. De hecho, es difícil pensar que
un día podamos acabar por completo con la incidencia de los sobornos, las
comisiones, el fraude y otras malas prácticas. Pero si hay un país que puede
lograr la erradicación de la corrupción, sin duda es Singapur. Desde
el año 1995, la pequeña isla asiática se ha mantenido en los primeros puestos
del índice internacional que elabora Transparencia Internacional.
En
1959, cuando Singapur se independiza de Gran Bretaña, la Ciudad-Estado era
famosa por la generalización de todo tipo de vicios. La isla estaba afectada
por el crimen, el mercado negro, las malas prácticas de burócratas y
policías… Los sobornos eran tan generalizados que incluso se exigía una
coima a cambio de ser trasladado al hospital en ambulancia. Quizá eso
explica que la candidatura a primer ministro del abogado Harry Lee, presentada
ese mismo año, otorgase tanta importancia a la lucha contra la corrupción.
El
nombre real de Harry Lee era Lee Kuan Yew (LKY). Venía de una familia
de orígenes chinos. Desde un primer momento, destacó como estudiante y soñó con
completar su formación universitaria en Reino Unido. Sin embargo, la invasión
japonesa en plena II Guerra Mundial echó al traste sus planes y le obligó a
buscarse la vida a la espera de un cambio. Por fin, en 1945, LKY pudo viajar a
la London School of Economics, de donde luego pasó a la Universidad de
Cambridge. Cinco años después regresó a Singapur y se especializó en el mundo
de la abogacía.
Prioridad
electoral
En
1954, LKY funda el Partido de Acción Popular (PAP), con el que se presentó a
las elecciones legislativas celebradas cinco años después. Su principal
propuesta era la de acabar con la corrupción. Aquella sugerencia chocaba con el
día a día de una isla en la que, en palabras del propio LKY las irregularidades
estaban a la orden del día, normalizadas como parte de la cultura de aquella
sociedad.
Aunque
no era sencillo, LKY consiguió que el mensaje calase entre los electores, hasta
alcanzar el cargo de primer ministro con apenas 35 años de edad. Según
afirmó entonces, aquel resultado era el triunfo del bien sobre el mal, de lo
limpio frente a lo sucio, de lo justo frente a lo malvado. Su estrategia había
funcionado de forma brillante. Pero lo más difícil llegaba ahora. Se trataba de
abordar un problema de gran alcance en un pequeño país que estaba atravesando
una situación política y económica muy complicada.
La
independencia, lejos de ser una panacea, dejó a Singapur sumido en la pobreza y
la oscuridad. Raj Vasil, todo un experto en la economía del pequeño país
asiático, ha señalado que la Ciudad-Estado era apenas "un país más
del Tercer Mundo". De hecho, con la esperanza de lograr una salida
efectiva adelante, se aprobó la anexión a Malasia, si bien aquel experimento
tampoco llegó a buen puerto.
El
PIB per cápita era inferior a lo que hoy serían 450 dólares. El desempleo
era elevado. La educación era de lo más mediocre. LKY sabía que eran necesario
un cambio. Singapur necesitaba atraer inversión para acelerar el crecimiento,
pero solo podría hacerlo si desarrollaba instituciones de calidad. Su objetivo
era replicar el imperio de la ley que había observado en el Primer
Mundo. Se trataba de que la isla se diferenciase de sus vecinos a base de
ofrecer una Administración más eficiente y segura. Así empezó lo que Robert
Rotberg ha descrito como una guerra abierta contra la corrupción, que ha tenido
como resultado el sistema anti-corrupción más efectivo del mundo.
Para
impulsar su reforma de las Administraciones, Lee Kuan Yew (LKY) tomó como
referencia una antigua institución colonial heredada de los británicos:
la Oficina de Investigación de Prácticas Corruptas. Dicha instancia
fue creada en 1951, para investigar las malas prácticas de la policía. Pero la
Oficina nació, ante todo, como un gesto político. No tenía dientes para actuar
de forma efectiva y tampoco contaba con medios suficientes para lograr cambios
de calado.
En
1960 se aprueba la Ley de Prevención de la Corrupción. Dicha norma
define la corrupción de forma amplia: se trata de cualquier tipo de
"gratificación" a cambio de un trato diferenciado por parte del
gobierno. Para perseguir este tipo de malas prácticas, se dotó de amplios
poderes a la Oficina de Investigación de Prácticas Corruptas, que ganó en
independencia y también en capacidad para estudiar cualquier tipo de
irregularidad.
La
Oficina partió con una plantilla de apenas 8 trabajadores, pero fue expandida
hasta alcanzar la figura de los 177 investigadores. Su presupuesto también
creció significativamente y se multiplicó un 5.000%. Además, se
endurecieron las penas de forma exponencial, de modo que un pequeño
soborno puede acarrear una multa de 70.000 dólares, que además lleva pareja la
pérdida del trabajo en la Administración.
El
que la hace, la paga
LKY
quería mandar un mensaje claro y permitió que la Oficina persiguiese a altos
cargos de su Administración. En 1966 se investigó al representante del gobierno
en el consejo de las aerolíneas nacionales de Malasia. Aunque no llegó a ser
condenado, fue defenestrado por la sombra de sospecha que generaban sus
actuaciones. Algunas décadas después, un exministro llegó a suicidarse antes de
soportar el deshonor ligado a una investigación por presunta corrupción.
La
Administración también desarrolla campañas de sensibilización contra la
corrupción. El sistema educativo incluye actividades formativas desde la
secundaria. Los cines y la televisión emiten propagandas y anuncios dirigidos a
insistir en las duras consecuencias legales que enfrentan los corruptos.
La
reforma de la función pública ha profesionalizado significativamente el día a
día de la Administración. Un ministro gana 650.000 dólares anuales, el
doble que el presidente de Estados Unidos. El resto de trabajadores de la
función pública se mueve en niveles de retribución igualmente elevados. A
cambio, los empleados públicos actúan sujetos a esquemas de productividad similares
a los exigidos en el sector privado. Esto redunda en una Administración más pequeña
y eficiente.
Otro
de los objetivos clave de LKY fue facilitar el día a día de los emprendedores.
Según el Banco Mundial, Singapur es el país con menos trabas
administrativas y burocráticas para el sector privado. El resultado es un
espectacular crecimiento económico, hasta el punto de que Singapur es hoy el sexto
país más rico en términos de PIB per cápita.
FUENTE:
https://www.libremercado.com/2018-01-07/como-lee-kuan-yew-acabo-con-la-corrupcion-en-singapur-parte-2-1276611668/
https://www.libremercado.com/2018-01-06/como-lee-kuan-yew-acabo-con-la-corrupcion-en-singapur-parte-1-1276611667/
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