AMÉRICA LATINA.
La Era de lo
imprevisible se instaló en América Latina.
Protestas en Perú y
Ecuador, intentos por eternizarse en el poder en Venezuela, Bolivia y
Nicaragua, crisis económicas en Paraguay y Argentina, incendios devastadores
para beneficio de los terratenientes en Bolivia y Brasil. La incertidumbre se
apodera del continente.
Incertidumbre. Literalmente:
“Que no se puede prever o conocer de antemano lo que va a ocurrir”. Le podemos
agregar “imprevisible” e “impensable” y tendremos la definición categórica de
la Era en la que estamos viviendo. Es la pos-globalización que nos trajo el
descontrol de un “orden” aparecido hace 30 años cuando cayó el Muro de Berlín.
“Hay una aleatoriedad de las circunstancias, que cubren de una capa de
incertidumbre todas las previsiones futuras”, dice el tecnólogo Albert García
Pujadas. No se trata de optimismo versus pesimismo. Tampoco esperar lo mejor,
para estar preparado para lo peor. “A diario nos topamos con signos
contradictorios. Me refiero a que se producen acontecimientos, se toman
decisiones o hay reacciones imprevistas, que a priori escapan de nuestro radar
y de nuestra planificación, pero que están ahí y pueden cambiarlo todo y,
además, hacerlo en poco tiempo. Sólo se cumple la lógica de lo imprevisible.
Cada vez es mayor la sensación de que en política puede suceder cualquier cosa.
Entender la complejidad del mundo se ha convertido en una tarea tan ardua como
necesaria”, explica el filósofo vasco Daniel Innerarity. Y esa incertidumbre,
sobre todo, provoca una erosión continua y perseverante de la democracia.
Desde
el Brexit hasta Trump, el 2016 fue un muy mal año para las previsiones. Allí
florecieron los extraordinarios acontecimientos políticos que dieron por el
suelo con cualquier análisis basado en lo que hasta ese momento era lógico. La
mayoría de los expertos apostaban que los británicos votarían por la
permanencia en la Unión Europea, que un candidato como Trump no sobreviviría a
las primarias, que el populismo y la extrema derecha no podían avanzar más de
lo que lo habían hecho. El resultado es bien conocido: se impuso el Brexit,
ganó Trump, Renzi perdió un importante referéndum constitucional, los
austríacos estuvieron a punto de elegir a un presidente de extrema derecha, en
Alemania los neonazis obtuvieron el 14% de los votos en las elecciones
regionales. En Hungría y Polonia surgieron gobiernos autoritarios que mostraron
la fragilidad de la democracia. Y Putin, desde Rusia, lanzó una guerra
cibernética para recuperar su liderazgo geopolítico.
El presidente peruano, Martín Vizcarra, disolvió el Congreso y desató una nueva crisis institucional en el Perú (AFP) |
En
América Latina, parecía que acababan los procesos populistas que habían tenido
epicentro en la Venezuela de Chávez. Lula, Cristina Kirchner y Correa cayeron
en desgracia. El escándalo de las coimas pagadas por la empresa brasileña
Odebrecht, para obtener contratos de todos los gobiernos de la región,
demostraron que la corrupción no solo es estructural, sino que no tiene
fronteras. Pero la rabia de muchos con lo que estaba sucediendo y el
arraigo del “voto contra”, no mejoraron nada. Brasil comenzó un proceso de
deterioro institucional que terminó con un presidente de extrema derecha.
Argentina dejó el kirchnerismo para caer en su recurrente espiral de gastar más
de lo que su economía genera y abrió el camino para un eventual regreso de
los Kirchner (Cristina y Máximo). México se sacudió nuevamente de encima
al inoxidable PRI para caer en otro populismo del que no sabemos por dónde va a
decantar. Sólo Venezuela sigue su curso hacia el abismo de la mano de Nicolás
Maduro, un hombre que dice hablar con pajaritos. Un camino por el que lo
acompaña el ex guerrillero Daniel Ortega. En Colombia, cuando todo
indicaba que se había terminado con el absurdo conflicto de medio siglo con las
FARC, unos disidentes deciden volver armados a la selva. Y por allí cerca, por
Caracas, entraron unos actores inéditos en la región como Irán, Rusia (sólo
había tenido real influencia en Cuba durante la época soviética) y China.
El presidente de Ecuador decretó esta semana el "estado de excepción" para contener las protestas en las calles contra su plan de ajuste |
Y
esta imprevisibilidad latina llegó para quedarse, generando caos y
desequilibrio institucional. Como lo que sucedió esta última semana en Perú. Allí, el
presidente Martín Vizcarra venía buscando obsesiva e infructuosamente
una manera legal de disolver el Congreso de mayoría fujimorista, hasta que solo
encontró la manera inconstitucional de hacerlo. “¿Cómo entender su decisión de
“disolver constitucionalmente” el Congreso ante la “negación fáctica” de una
cuestión de confianza que no tiene especificación alguna en la ley ni en la
Constitución?”, se pregunta el columnista Juan Paredes Castro en El
Comercio de Lima. Y agrega: “Vizcarra, convertido en rehén popular del
antifujimorismo, decidió acabar por la fuerza con la “intolerable” mayoría
fujimorista congresal, como el fujimorismo, rehén popular del
antiparlamentarismo de 1992, decidió también acabar con la “intolerable”
representación legislativa de entonces. Hemos vuelto a ver en los últimos
días cómo la Constitución es estirada como un chicle hasta adquirir formas
monárquicas y cómo se esfuma irremediablemente el voto popular que delegó
poder presidencial y parlamentario en el 2016”. Todo esto, como consecuencia de
las denuncias de corrupción que se llevaron a los últimos cuatro presidentes
y a la líder opositora Keiko Fujimori.
Nicolás Maduro y Daniel Ortega mantienen secuestrado el poder en Venezuela y Nicaragua, mientras sus países se hunden en la miseria y miles de marchan al exilio. (EFE) |
En
Ecuador, el presidente Lenín Moreno, decretó el jueves el “estado de excepción” para
contener las protestas de grupos sociales y transportistas que rechazan los
recortes económicos que había anunciado dos días antes. En marzo, Moreno había
recibido créditos por 10.200 millones de dólares de varias instituciones
financieras internacionales, entre ellos, 4.200 millones del FMI con la
condición de la reducción del gasto público, un incremento de ingresos y una
reforma laboral que aliente la productividad. Los ecuatorianos llevaban
esperando el “paquetazo” desde hace meses. Cuando llegó, la gente explotó en la
calle. El primer día de manifestaciones dejó 35 heridos, entre ellos 21 policías,
y 277 detenidos.
Las
protestas, en Bolivia, de grupos de oposición que no aceptan la nueva
candidatura presidencial de Evo Morales y la tensión provocada por los
incendios forestales en la zona selvática del país podrían forzar un
aplazamiento de las elecciones previstas para el 20 de octubre. “Lo mínimo que
ya se está produciendo es un clima adverso para la votación, el aplazamiento
electoral no ha sido planteado por nadie, pero no puede ocultarse que de ser
algo impensable pasó a ser posible”, dice el analista Vicente Guardia. E Iván
Arias, publicó en el diario opositor Página Siete una nota en la que
sugiere que el oficialismo “podría aprovechar la actual tensión para posponer
los comicios por un año, dándose supuestamente tiempo para recuperar los puntos
que habría perdido por el desastre de los incendios”. Morales, quien gobierna
desde 2006, pretende ganar un cuarto mandato consecutivo alentado por una
exitosa gestión económica. Todo esto después de un muy polémico proceso en
el que el propio presidente llamó a un referendo para reformar la constitución
y perpetuarse en el poder. Perdió, pero maniobró para que el Tribunal
Constitucional le dijera que igual se podría presentar para seguir gobernando,
por lo menos, hasta 2024. Ahora, tiene a la gente en la calle tratando de
pararlo. Santa Cruz de la Sierra, como siempre, a la cabeza de las protestas.
Venezuela
sigue siendo “la peor de todas”. Ya no hay datos fiables para representar
la hecatombe social, económica y política que vive el país bajo el régimen
chavista de Maduro. La inflación y el desabastecimiento son de record
universal. Más de cuatro millones de venezolanos ya salieron al exilio. Y como
ocurrió en Cuba hace cincuenta años, las bandas criminales se están quedando con las casas de los que se
fueron. El ex jefe guerrillero Daniel Ortega, que pasó de héroe
por derrocar a la dictadura de Somoza a un autócrata que también busca
perpetuarse en el poder, ya anunció que reformará la constitución para
volver a presentarse en 2021. En abril del año pasado comenzaron las
protestas contra su régimen que dejaron, al menos, 400 muertos. La crisis
también es económica. Ortega y su mano derecha y esposa, Rosario Murillo, en un
principio pudieron poner en práctica sus políticas populistas gracias al
petróleo subsidiado de Venezuela. Una vez que Caracas ya no pudo mantener
los envíos, la economía nicaragüense colapsó. La CEPAL estima que para 2019
tendrá el segundo peor desempeño de América Latina, con una caída de entre el
2% y el 5% del PBI. La Fundación Nicaragüense para el Desarrollo Económico y
Social (FUNIDES) estima que 417.000 personas han sido despedidas o suspendidas
de sus empleos por la crisis y por las represalias del régimen contra las
protestas. Decenas de miles huyen al exilio. En Costa Rica, hay 40.000
refugiados “nicas”.
El
martes, en Asunción, el ministro de Hacienda, Benigno López, admitió que Paraguay
entró en un periodo de recesión económica. El PBI cayó un 3 % en el segundo
trimestre de 2019 con respecto al mismo periodo de 2018. Esta noticia
hecha por tierra la supuesta bonanza creada por el gobierno de Mario Abdo
Benítez. “Paraguay afronta una crisis en todos los ámbitos: institucional,
económica y política, con una deuda pública enorme, un gobierno inoperante y un
quiebre entre el Poder Ejecutivo y la sociedad”, explica el analista y doctor
en derecho internacional, Hugo Ruíz Díaz. La crisis se desató en julio cuando
se conocieron los detalles de un acuerdo secreto firmado con Brasil con nuevos
términos para la contratación de energía de la central binacional Itaipú, muy
favorables a los intereses brasileños. Tuvieron que renunciar los altos mandos
de la Administración Nacional de Electricidad, el canciller y todo el equipo
que negoció el acuerdo. Benítez estuvo al borde del juicio político y,
finalmente, el 1 de agosto Brasilia y Asunción se vieron obligados a anular el
convenio.
Fuertes recesiones en Paraguay y Argentina pusieron en problemas a los gobiernos de Mario Abdo y Mauricio Macri |
Los
incendios de la Amazonía desnudaron la presidencia de Jair Bolsonaro, tras
nueve meses de relativa calma. El nivel de aceptación del ultraderechista
bajó al 29% después de ganar las elecciones por más de 55%. La justicia
está revisando el Lava Jato -el proceso para purgar la corrupción- y el ex
presidente Lula está cada vez más cerca de salir de la cárcel. Bolsonaro se
enfrentó al mundo al decir que nadie se podía meter en los asuntos internos del
país ya que “la Amazonía no es del mundo, es brasileña”. Cuando en realidad,
alberga el 50 % de la biodiversidad del planeta y es indispensable para
combatir el cambio climático global. Para Bolsonaro, es un territorio a
conquistar y expandir la frontera agropecuaria. Desde que asumió, el 1 de enero
de este año, los incendios para deforestar y convertir las tierras en
cultivables, tuvieron un aumento del 85% y se talaron los árboles en un área de
9.250 kilómetros cuadrados.
Argentina
sigue sumida en su crisis permanente del pago de la deuda externa y una pobreza
que alcanza al 35% de la población. Más de la mitad de los niños
argentinos son pobres. El presidente Mauricio Macri tomó el gobierno después de
12 años de populismo kirchnerista y una economía en recesión. Luchó durante
casi tres años, recortó los gastos y tuvo éxito en el ordenamiento
institucional y el combate contra el narcotráfico. Pero cometió graves
errores en el manejo de la economía. La pobreza y la inflación resucitaron al
moribundo kirchnerismo y toda la oposición peronista se abroqueló tras la
candidatura del ex Jefe de Gabinete de Néstor Kirchner, Alberto Fernández.
Ganaron unas elecciones internas denominadas PASO y Fernández se perfila como
el nuevo presidente. Su ascenso asustó a los inversionistas extranjeros y
los mercados internacionales. Macri tuvo que “reperfilar” la deuda con el FMI y
dejó al país muy cerca de un “default”.
Miles de bolivianos marcharon contra la re-reelección de Evo Morales, impedida por la Constitución (AFP) |
Y
ese declive gradual en la calidad de la democracia que golpea al mundo, como
lo describen los profesores Steven Levitsky y Daniel Ziblatt de Harvard en su
best seller “How Democracies Die”, ya no necesita de tanques en las calles para
terminar con las instituciones y las libertades individuales. Sus propios
gobernantes, los que llegaron por las urnas y que no pueden adaptarse a este
mundo de imprevisibilidad y caos, los que como muchos mandatarios
latinoamericanos se mantienen en el poder en base a mentiras, son los que se
ocupan de erosionar día a día nuestra ya pobre calidad de vida.
FUENTE:
https://www.infobae.com/america/america-latina/2019/10/06/la-era-de-lo-imprevisible-se-instalo-en-america-latina/
Por Gustavo
Sierra
Especial para Infobae America
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