Colombia: ‘Estoy aquí para terminar lo que empecé’: Ingrid Betancourt se postula a la presidencia de Colombia.
El anuncio de su candidatura llega en un momento crítico: los colombianos están hartos de la clase política y el futuro del acuerdo de paz está en riesgo.
Nathalia Angarita para The New York Times |
BOGOTÁ
— Ingrid Betancourt, excongresista y quien fue mantenida como rehén por la
guerrilla y llegó a simbolizar tanto la brutalidad del largo conflicto en
Colombia como de los esfuerzos de reconciliación del país, se postulará a la
presidencia, dijo el martes.
Betancourt
entra en una campaña presidencial muy abierta en un momento en el que Colombia
está en una determinante encrucijada política y social.
Cuando
fue secuestrada hace 20 años, Betancourt estaba haciendo campaña para el mismo
cargo. Ahora, dijo, el país se enfrenta al mismo “sistema corrupto” y
“maquinarias politiqueras” que ella combatió entonces.
“Hoy estoy aquí para terminar lo que empecé”, dijo en un estrado en un hotel del centro de Bogotá, la capital del país, acompañada por sus aliados.
Betancourt,
quien fue capturada en 2002 y retenida durante más de seis años por la mayor
fuerza guerrillera del país, las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia,
anunció su candidatura a las elecciones de mayo mientras el país enfrenta
enormes desafíos.
Tras
más de 50 años de guerra, el gobierno y el grupo rebelde, conocido como las
Farc, firmaron un acuerdo de paz en 2016. Pero, desde entonces, una oleada de
otros grupos armados ha irrumpido en el vacío y seguido
combatiendo.
La
violencia ha aumentado en algunas zonas rurales y los críticos han
culpado al gobierno por no
invertir lo suficiente para abordar la desigualdad y la pobreza que
han contribuido a impulsar la guerra, como se había comprometido a hacer en el
acuerdo de paz.
Muchos
colombianos están hartos del statu quo político, un sentimiento que estalló en
la esfera pública en mayo del año pasado, cuando miles
de personas salieron a las calles durante más de un mes para protestar
por las penurias que solo empeoraron con la pandemia.
Tras sus años de cautiverio —en los que a veces estuvo encadenada— Betancourt ha apoyado el proceso de paz y también ha criticado a las Farc, convirtiéndose en un símbolo de los intentos nacionales de reconocer los costos de la guerra, pero también de superarla.
Sergio
Guzmán, un analista de Bogotá, llamó a Betancourt la “candidata de la
reconciliación” del país.
En
una entrevista con el Times el año pasado, Betancourt calificó el acuerdo de
paz como “una ventana, una oportunidad generacional, de salir de la locura
violenta en la cual hemos vivido toda nuestra vida”.
La
cuestión, dijo Guzmán, es si eso es lo que quieren los colombianos.
“Todas
nuestras elecciones han sido miedo, esperanza y odio”, continuó. “Ninguna
elección se ha disputado sobre la base de la compasión y la reconciliación”.Nathalia Angarita para The New York Times
Hay
un descontento generalizado con el actual presidente, Iván Duque, quien es un
producto del poder político tradicional de derecha del país, mientras que un
populista de izquierda, Gustavo Petro, lidera las encuestas en medio de una
ola izquierdista y opuesta a quienes están en el poder que se extiende
por América Latina.
“¿Puede
Ingrid convertirse en un bálsamo para esas emociones negativas predominantes
que estamos sintiendo en este momento?”, dijo Guzmán. “No lo sé. Esa es una de
las cosas que nos va a decir su candidatura”.
Pero
para ganar impulso entre los votantes, dijo, “tiene que vender la idea de que
la reconciliación es mejor que el populismo”.
Aunque Betancourt es ampliamente conocida en todo el país, una victoria en mayo no es ni mucho menos segura.
En
este momento hay más de 20 aspirantes a la presidencia, y la mayoría de
los más conocidos se agrupan en tres coaliciones: una de izquierda, encabezada
por Petro; una de centro, a la que se une Betancourt; y una de derecha, cuyos
miembros se consideran los abanderados del gobierno actual.
Para
llegar a las elecciones de mayo, Betancourt tendría que ganar las primarias de
marzo, en las que competiría con otros candidatos de centro, como Alejandro
Gaviria, exministro de Salud y hasta hace poco rector de una prestigiosa universidad.
Guzmán
señaló que Betancourt se incorporó a la campaña tarde en el calendario
electoral y calificó su candidatura como “una medida desesperada”.
Colombia
nunca ha tenido una mujer en la presidencia, y Betancourt es una de las cuatro
candidatas de las tres principales coaliciones.
La
candidata más destacada hasta el momento ha sido Francia Márquez, una joven política afrocolombiana y
activista medioambiental que también es víctima de la guerra.
Márquez, quien se ha unido a la coalición de la izquierda, se ha distinguido no solo por su identidad —la política colombiana ha estado dominada por hombres blancos y ricos—, sino por su franca adhesión a la política feminista y su disposición a criticar a Petro.
Betancourt
es hija de una política y de un político y diplomático colombianos, y
posteriormente obtuvo la nacionalidad francesa a través de su primer marido.
En
2002, tras su paso por el Congreso, Betancourt se lanzó a la campaña
presidencial como integrante del Partido Verde Oxígeno, un movimiento político
joven de filosofía pacifista, ecologista y anticorrupción. El 23 de febrero de
2002, cuando se dirigía a un acto de campaña en la ciudad de San Vicente del
Caguán, fue detenida en un control de carretera y tomada como rehén por las
Farc.
Durante
sus años de cautiverio en la selva, fue tratada brutalmente e intentó escapar
en repetidas ocasiones, experiencias que relató en su libro No hay silencio que no termine.
Fue
rescatada por el gobierno colombiano y, con los años, se ha convertido en la
víctima más conocida del país. Pero también ha sido objeto de críticas: de
quienes dicen que ha restado atención a víctimas más pobres y menos conocidas,
y de otros que la han criticado por pedir una indemnización al gobierno
colombiano tras su cautiverio y rescate.
Betancourt
vive desde hace años en Francia y regresó a Colombia hace apenas unos meses. En
su discurso de campaña, se refirió directamente a las críticas de que el
traslado estaba diseñado para obtener un beneficio político personal.
“He
vuelto en busca del mayor beneficio político”, dijo, “que todos tengamos una
verdadera democracia”.
El anuncio de su campaña no dice mucho sobre sus propuestas políticas, más allá de las repetidas promesas de luchar contra la corrupción y de abordar el impacto de la violencia en el país.
“Mi
historia es la historia de todos los colombianos”, dijo.
En
un país de más de 50 millones de habitantes, nueve millones están registrados
en el gobierno como víctimas del conflicto.
“Mientras
las Farc nos esclavizaba a mí y a mis compañeros, los cárteles de la droga, los
violentos y los políticos corruptos han estado esclavizando a cada uno de
ustedes”, continuó.
“Vamos
a salir de esta cultura mafiosa, mentirosa, violenta y vamos a aprender de
nuevo a ser ciudadanos libres”.
FUENTE: https://www.nytimes.com/es/2022/01/18/espanol/colombia-ingrid-betancourt.html
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