El Congreso peruano: Mauricio Mulder, pido la palabra
El Parlamento es la suma de 130 individualidades que provienen de una veintena de listas diferentes y que han surgido desde todos los rincones del país.
Mauricio Mulder, Pido la palabra
Ha recrudecido, como es tradicional en el Perú desde la recuperación de la democracia, un clima de ataques hacia el Congreso. Todos sabemos que no hace falta esforzarse mucho para encontrar motivos, porque sucede siempre que aunque se trate de parlamentarios con experiencia, el ejercicio de la presidencia lleva a una suerte de aislamiento en lo que respecta a la percepción de la ciudadanía, y se cometen errores algo infantiles. Pero sucede también que cuando viene un proceso electoral, los que más criticaron al Congreso, los más ácidos comentaristas, los más acérrimos defensores de un cierre con fusilamiento previo, son los primeros en votar por cualquiera que sale con un marketing más o menos presentable, y terminan encaramándolo en un escaño.
Seamos claros. El Congreso es la suma de 130 individualidades que provienen de una veintena de listas diferentes y que han surgido desde todos los rincones del país, con todas sus diversidades educativas, culturales, raciales, etcétera. Es decir, se trata de personas que llegaron allí porque hubo partidos políticos que los pusieron en sus listas. En la mayoría de casos los jefes de esos partidos los conocieron uno o dos días antes del cierre de la inscripción, después de haber considerado más que nada dos cosas importantes: si “jala” votos y si “pone” para la campaña del partido. Nada de trayectorias políticas, nada de pensamientos ideológicos, cero en ver si tuvo juicios o no. Con el siempre rentable cuento de la renovación contra los políticos tradicionales, los nuevos congresistas llegan diciendo que no son políticos y que son independientes.
Incluso, para profundizar la inexperiencia y aligerar el peso político del Parlamento, se propone eliminar a los expertos y hacer que haya más elecciones en períodos intermedios y menos reelecciones de parlamentarios. Como los partidos –con la excepción justamente de los llamados tradicionales– son clubes electorales alrededor de un candidato, se acentuarán los males que estamos reseñando. No se solucionarán como algunos periodistas creen, porque equivaldría a decir que un periódico o un programa de TV, para que promueva “rostros nuevos”, debiera ser conducido por practicantes y no por los periodistas más experimentados.
Por eso hay que eliminar el voto preferencial y exigir legalmente a los partidos que coloquen candidatos con trayectoria conocida en la disciplina que van a desarrollar: la política. Porque se trata de una actividad complicada, especial y extremadamente cuestionada de la que los llamados “independientes” se desencantan muy rápido.
Lo mismo pasa cuando se es laxo con sotana de la moralidad en la escogencia de candidatos. Porque incluso tratándose de políticos con experiencia, si esta se adquirió con mañas y en busca de enriquecerse, entonces más vale un bisoño que cien experimentados. No basta no tener antecedentes. Es fundamental ser consecuente. Si se predica justicia social es ridículo aspirar a ser rico valiéndose de la política. Si se llega con la sensibilidad de saber que hay que crear empleo y reducir la pobreza, hay que evitar gobernar para enriquecerse usando el cuento de “atraer inversiones”.
También cabe que al Poder Judicial no le tiemble la mano para meter preso a un congresista, si así lo requiere la justicia, y si el hecho es un delito común ocurrido antes de ser elegido. Los casos anteriores NO TIENEN INMUNIDAD. ¿Por qué el Poder Judicial sigue solicitando –las pocas veces que lo hace– el levantamiento de inmunidad por crímenes cometidos antes de su elección? Solo una jueza fue valiente en dictar una captura, pero luego se chupó, anuló su acto. No sabemos por qué.
FUENTE: http://peru21.pe/2012/04/28/impresa/congreso-peruano-2021935
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