Prostituirse
en el exilio para alimentar a sus familias: el otro drama de las venezolanas.
Ante
la falta de papeles para trabajar legalmente, muchas venezolanas terminaron en
bares sórdidos de Colombia donde, entre lágrimas y asco, se
prostituyen y ahorran para enviar dinero a sus familias. Estas son sus
historias
"Nunca nos pasó por la mente prostituirnos. Lo hicimos en base a la crisis", dice Joli, de 35 años, con la voz entrecortada. (AFP). |
Calamar. Madres, hijas, hermanas... Ellas
huyeron del hambre en Venezuela. A falta de papeles para trabajar legalmente
terminaron en bares sórdidos de Colombia donde,
entre lágrimas y asco, se prostituyen y ahorran cada peso para enviarlo a sus
seres queridos.
Alegría
es profesora de historia y geografía, pero trabaja en un burdel. En la Venezuela de
la hiperinflación y la crisis económica su salario de 312.000 bolívares (menos
de un dólar) ya no alcanzaba "ni para comprar unas pastas", dice esta
migrante de 26 años.
En
febrero cruzó, como cientos de miles, a Colombia. Durante tres meses fue
mesera en Arauca (este) a cambio de comida y alojamiento, pero sin pago.
"Lo que mandaba a mi hogar eran las propinas", cuenta a la AFP. Hasta
que le quitaron incluso esos pequeños montos. Seis de sus allegados, incluido
su hijo de cuatro años, sobreviven en su tierra gracias a ella.
Entonces
llegó a Calamar, en el Guaviare, un caserío selvático en el sur de
Colombia marcado por seis décadas del conflicto armado. Corredor de cocaína, el
departamento también es un bastión de disidentes de la ex guerrilla FARC y de
narcos del Clan del Golfo.
Alegría,
un apodo que eligió con ironía, se prostituye junto a otras nueve mujeres en
uno de los bares de la zona de tolerancia de este pueblo polvoriento de 3.000
habitantes. Unas 60 compatriotas ejercen la misma labor aquí.
Joli cuenta que sin trabajo, optó por "venderse" en Bucaramanga, a 575 kilómetros de Calamar, donde desde junio trabajaba su sobrina Milagro, de 19 años. (AFP). |
El
"rato" cuesta entre 37.000 y 50.000 pesos (11 a 16 dólares), de los
que le da 7.000 (2,3 dólares) al dueño del establecimiento. Las "noches
buenas" ganan de 90.000 a 300.000 pesos (30 a 100 dólares). El salario
mensual en la desvalorizada moneda venezolana equivale a 29 dólares.
-
Migrar con las manos vacías -
"Nunca
nos pasó por la mente prostituirnos. Lo hicimos en base a la crisis", dice
Joli, de 35 años, con la voz entrecortada. En 2016 perdió su trabajo como
repartidora de periódicos en Venezuela. "¡No había más papel para
imprimirlos!"
Confiando
sus tres hijos a su madre, fue de ciudad en ciudad, de un trabajo a otro. Sin
pasaporte, Joli, otro sobrenombre, saltó la frontera sin maleta, solo con la
ropa que tenía puesta.
Cerca
de 1,9 millones de venezolanos emigraron desde 2015, la mayoría a países de la
región, cuando se agudizó la crisis, según la ONU.
Joli
perdió "de un infarto, por falta de medicamentos", al hombre con el
que iba a casarse. El padre de sus hijos también falleció de insuficiencia
renal en Venezuela.
En Colombia,
"me vi entre la espada y la pared", cuenta. "Por mi tono de voz,
me cerraban la puerta en la cara".
Sin
trabajo, optó por "venderse" en Bucaramanga (noreste), a 575
kilómetros de Calamar, donde desde junio trabajaba su sobrina Milagro, de
19 años.
"Al
principio me sentía súper mal", dice Milagro. Pero persistió ante la falta
de una mejor alternativa para ayudar a sus hermanos, su bebé de dos años y su
madre enferma, que luego falleció.
Les
cuesta ocultarle la verdad a sus familias. "Ellos no saben a qué me
dedico, ni siquiera mi mamá. Sacrificó cinco años de su vida trabajando para
darme una educación. (...) Sería muy detonante (duro) para ella", explica
Alegría.
Ella
les dice que trabaja en una panadería. Sueña con enseñar en Colombia, pero sin
pasaporte es una utopía. Enferma de mentir, buscó ayuda psicológica en el
equipo de emergencia de Médicos del Mundo (MDM) enviado a Calamar.
-
Sexo sin condón -
Por
su situación y la presencia de hombres armados en la zona, entre otras razones,
estas mujeres sufren de "ansiedad, episodios depresivos, síntomas de
estrés postraumático", apunta Jhon Jaimes, psicólogo de la ONG.
El
clima tropical las expone a "infecciones, a dengue, malaria", agrega.
Aparte del riesgo de enfermedades venéreas, varias quedan embarazadas porque
algunos clientes les exigen tener relaciones sin protección.
En
el hospital temporal de MDM, una especialista las cura, les pone implantes
anticonceptivos y las aconseja. Algunas se derrumban. Se escuchan
sollozos.
La
ONG también les entrega alimentos, productos de higiene y preservativos. Con
sus paquetes bajo el brazo, regresan por la trocha. Y de nuevo a laborar.
En
el calor húmedo se preparan frente al espejo del burdel. Se alisan el cabello,
intercambian labiales y polvos de maquillaje. Se enfundan minishorts, pequeños
tops y sandalias de plástico.
Madre de tres hijos, Patricia, de 30 años, también comenzó esta vida en Arauca. Fue una pesadilla: un cliente borracho la golpeó, violó y sodomizó. "Hay clientes que te tratan mal y eso es horrible", murmura. "Todos los días pido a Dios que sean buenos".
Madre de tres hijos, Patricia, de 30 años, también comenzó esta vida en Arauca. Fue una pesadilla: un cliente borracho la golpeó, violó y sodomizó. "Hay clientes que te tratan mal y eso es horrible", murmura. "Todos los días pido a Dios que sean buenos".
Fuente:
https://elcomercio.pe/mundo/venezuela/prostituirse-exilio-alimentar-familia-drama-venezolanas-noticia-571201
AFP
No hay comentarios.:
Publicar un comentario