Simpatía por la corrupción.
Eso del
roba pero hace obra no es ninguna broma.
Augusto Álvarez Rodrich |
Un resultado
decepcionante de este fin de semana fue la constatación –por si hacía falta– de
que eso del ‘roba pero hace obra’ no es broma pues tiene más adeptos de lo que
se pensaba (o, al menos, lo que pensaba este columnista).
Eso concluyó
Datum cuando le preguntó a los limeños si votarían por el que ‘roba, pero hace
obra’, obteniendo la frustrante respuesta de que el 41% sí lo haría, mientras
el 56% no votaría por alguien así.
Que cuatro de
cada diez ciudadanos no tenga problema en reconocerle a un encuestador, cara a
cara, que no tendría reparos con un ‘corrupto eficiente’, y que no se haría
mayores ‘paltas’ con entregarle su voto a alguien con vocación por el ‘choro’
pero habilidad para la obra, es francamente decepcionante.
El resultado
puede ser más lamentable aún si se tiene en cuenta que entre el 56% que no
votaría por el que ‘roba pero hace obra’ debe haber un segmento quizá no
pequeño que sí lo haría pero que le da vergüenza reconocérselo al encuestador
por eso del ‘qué dirán’.
Se puede
concluir, entonces, que, al menos, la mayoría de la ciudadanía puede convivir
sin mucho problema con la corrupción con la condición de que esta provea cierta
obra. Hechos y no palabras. Goles son amores y no buenas razones.
Quizá esto
explique el hecho de que la grave denuncia contra Luis Castañeda por el caso
Comunicore, respecto del cual la procuradora de lavado de activos Julia
Príncipe ha dicho que el ex alcalde podría ser incluido otra vez, no perjudique
en modo alguno la intención de voto por Solidaridad Nacional.
O, también, que
no cumplir con el requisito elemental de un candidato de llenar con rigurosidad
la hoja de vida no le produzca al elector promedio ni una levantada de ceja.
O, para más
señas, que Alberto Fujimori tuviera simpatía política incluso entre un segmento
de la población que reconocía los hechos de corrupción que protagonizó.
¿Qué puede haber
pasado para que tengamos esta tolerancia tan grande por el robo? Ojalá que no
sea una simpatía por la corrupción, sino, quizá, solo una resignación ciudadana
ante la vocación tan grande por el ‘choreo’ que exhibe la política peruana que
–con excepciones tan dignas como escasas– se tiene desde los tiempos de la
Colonia hasta nuestros días, y en donde la honestidad en el manejo de la cosa
pública es toda una extravagancia.
Significa,
también, un fracaso de nosotros los periodistas por no haber sido capaces de
explicarle a la población que la corrupción perjudica tremendamente su calidad
de vida, lo cual constituye un gran desafío para el oficio. Mientras eso no
ocurra, como dicen, caballero nomás, roba, pero hace obra.
FUENTE: http://www.larepublica.pe/columnistas/claro-y-directo/simpatia-por-la-corrupcion-09-09-2014
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