Leopoldo López al premio Nobel de la Paz.
Acabo de leer 'Preso pero Libre', libro
autobiográfico en el que Leopoldo López narra sus vivencias en la cárcel
militar de Ramo Verde.
Foto: RPP |
Acabo
de leer ‘Preso pero Libre’, libro autobiográfico en el que Leopoldo López narra
sus vivencias en la cárcel militar de Ramo Verde. A esa mazmorra lo enviaron
magistrados serviles y pusilánimes con el chavismo, acusándolo –sin pruebas– de
asesinato, incendio y terrorismo. La fiscal de la nación que avaló esa patraña,
Lucía Ortega Díaz, es la misma que hoy arrepentida recorre el mundo
reconociendo una farsa urdida por el gobierno de Maduro y el fiscal que
sustentó los cargos, Franklin Neves, también ha confesado en Estados Unidos que
fue obligado a acusar a un inocente. Sus dictámenes, que formarán parte del
archivo de las infamias judiciales, fueron utilizados por jueces corruptos para
sentenciarlo a catorce años de prisión.
En particular, me han
sorprendido dos aspectos del relato de López:
Primero, su profunda
convicción católica. Comenta, en efecto, que al inicio del cautiverio leyó la
historia del jesuita vietnamita Nguyen Van Thuan, perseguido y encerrado
durante diez años por el régimen comunista y que luego sostuvo que había
enfrentado la adversidad “fortaleciendo el alma mediante la oración y relación
con Dios”.
López siguió ese camino.
Nos dice: “Despierto a las cinco de la mañana, tiendo la cama, monto un café y
me siento a orar, a hablar con Dios, con Jesús, a ejercitar la oración como una
conversación íntima […] Entrar en oración me ha dado mucha fuerza porque me ha
ayudado a poner en contexto lo que significa estar preso por las convicciones,
por la palabra. Y porque ha sido la ventana para salir de mi celda”.
Lo segundo que fluye del
texto es la fortaleza de un político demócrata que decide no huir ni asilarse
para demostrar que en Venezuela existe un Poder Judicial conformado por títeres
del régimen, que encarcela a docenas de personas inocentes y no sanciona a
quienes asesinan o torturan a nombre del Socialismo del Siglo XXI. A López no
pudieron quebrarlo en ese calabozo del tribunal de justicia, sucio y
pestilente; tampoco lo pudo hacer su celda en Ramo Verde, donde resistió
maltratos y humillaciones, largos periodos de aislamiento, inspecciones de
malandros encapuchados que ingresaron varias veces a su habitación para hurgar
en libros y escritos, quemando con soplete imágenes de Ghandi, Martín Luther
King, Mandela, Bolívar y de la Madre Teresa de Calcuta, (que conservaba en su
pequeño templo de oraciones). Tampoco lo amedrentaron cuando lanzaron orines y
excrementos a su celda o cuando cometieron la infamia de exigir que guardias
bolivarianas obliguen a su esposa y a su madre a desnudarse para acceder a
visitarlo.
Ahora que muchos
ciudadanos postulan a Leopoldo López al Premio Nobel de la Paz, me sumo a esa
cruzada que constituye un reconocimiento internacional a un valiente demócrata
venezolano, a su esposa Lilian Tintori, a su honorable familia y compañeros de
lucha, así como a quienes luchan por la paz, la democracia y los derechos
humanos.
FUENTE:
Luis Gonzales Posada
http://politico.pe/leopoldo-lopez-al-premio-nobel-de-la-paz/
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