Rubén Blades habla de Brasil y el desgaste de la
politiquería.
El enredo político en el que se encuentra el país
no se solucionará con salida de Rousseff.
Decenas de personas se manifestaron esta semana en São Paulo en contra del ahora presidente
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La
política tradicional latinoamericana continúa en franco deterioro.
Controvertidos hechos en diversos países del área demuestran claramente el
desgaste de los políticos y su incapacidad para responder a las realidades y
exigencias de una sociedad cada vez más informada y más dispuesta a luchar
contra el engaño y el desacierto político que ha impedido por décadas la
posibilidad de desarrollo sostenido y mejores condiciones de vida para las
poblaciones, no solo en términos materiales sino también espirituales. (Lea
también: Constructoras pagaron sobornos al partido de Temer,
según prensa)
La más
reciente exhibición politiquera ha ocurrido en Brasil.Independientemente de la ideología
de quien opine, la reciente destitución de la presidenta Dilma Rousseff –separada de su cargo por el voto de
un 60 por ciento del Senado, es decir, por el voto de los mismos que están
siendo investigados por corrupción– presenta todas las características de un
manejo político inescrupuloso, por no llamarlo directamente golpe de Estado.
A pesar del
viso legal que confiere la jurisdicción senatorial, a pesar del supuesto apego
a la ley y a sus especificidades durante el proceso, es obvia la razón política
de la maniobra. (Además: Lo que le dejaron 13 años de izquierda a Brasil)
Este hecho corrobora uno de
los mayores problemas que ha causado la mala práctica de la politiquería tradicional:
la falta de justicia cierta.
En América
Latina ya no es suficiente un proceso constitucional o legal para asegurar o
producir justicia: la injusticia ha sido institucionalizada.
La derecha
brasileña, desplazada del poder hace casi 14 años por la izquierda de Luiz
Inácio Lula da Silva, quien de paso también está siendo investigado por
funcionarios adeptos al actual gobierno, ha procurado durante ese tiempo fuera
del poder encontrar una manera de deshacerse de lo que consideran un poder
Ejecutivo hostil a sus expectativas, sus conceptos administrativos y sus
apetencias.
Y
aparentemente el propio gobierno de la
ahora ex-presidenta Rousseff les ofreció la oportunidad en bandeja de plata,
debido a errores administrativos, entre los cuales se incluye su aparente
indiferencia por extraer a la corrupción, privada y pública, de los procesos,
las decisiones y las ejecuciones del Estado.
Asumió, con
una irresponsabilidad que le ha resultado letal, que ella también podía
utilizar las experiencias de previos gobiernos para, con igual impunidad,
utilizar los atajos creados sobre lagunas legales y con eso maquillar asuntos
urgentes, creando la sensación de normalidad administrativa.
A muchos
resulta extraño que el argumento esgrimido para separarla del cargo no ha sido
la corrupción: es una original figura legal denominada “crímenes de
responsabilidad”, que incluye el “maquillar gastos públicos para ocultar el
deficit estatal, violando así normas fiscales”. (Lea: La imagen del día después en Brasil / Análisis)
Nada, sin
embargo, por los alegados sobornos realizados por Petrobras ni por el dinero
supuestamente desviado ilegalmente, para apoyar la campaña política del Partido
de los Trabajadores (PT), al que tanto Rousseff como Lula pertenecen. Nada de
Odebrecht, nada de lo esperado.
El
presidente del Senado, Eduardo Cunha, quien aceptó inicialmente la demanda
contra la presidenta, es a su vez sujeto de una investigación por corrupción,
denuncia que incluye el “ocultamiento de cuentas en
el exterior” y “sobornos”.
Tendremos
que esperar qué curso toman ahora estas investigaciones; si continúan o si
serán suspendidas ahora que Michel Temer asumió el cargo de presidente del
Brasil.
Todo este
enredo político en Brasil, sin embargo, no será resuelto con la salida de
Rousseff, resulte esta moralmente legítima o no.
Helio
Bicudo, de 94 años, fundador del PT, uno de los tres juristas que solicitaron
el juicio contra Rousseff, indico que la violación de reglamentos fiscales
permitió la utilización por el Gobierno de fondos de bancos públicos para dar
la impresión de normalidad en las finanzas estatales.
Mas allá del
argumento legal y de la justificación de su uso, yacen consecuencias
impredecibles en el futuro inmediato y mediato del país.
La derecha
quería asumir el poder en Brasil y lo obtuvo, con el apoyo de un Senado
desprestigiado e investigado.
Para el
resto del país, la situación continúa confusa y su fe en nada se ve rescatada
por lo ocurrido. Ahora habrá que ver cuál será la reacción del pueblo y cuál
será la definición política del gran país del Sur.
Los partidos
políticos de corte tradicional atraviesan una etapa de total desprestigio y son
internacionalmente repudiados y rechazados. Sus organizaciones han fracasado en
la tarea de organización y de administración pública.
Sus
dirigencias y representaciones programáticas han degenerado en una oferta
clientelista que raya en el cinismo, dirigida a la satisfacción de intereses
elitistas y de aprovechamiento para los inescrupulosos. (Además:Tras destitución de Dilma Rousseff, ¿qué viene para
Brasil?)
No actúan
con diligencia ni respeto hacia la ciudadanía, a la que supuestamente
representan y sirven. Y la gente, finalmente, parece haberse cansado de su
actitud y de su discurso ya vacío, basado en las manidas “promesas” que al
final nunca van a cumplir. Parece que al final, como describo en la canción
Hipocresía, “ya no hay izquierdas, ni derechas: solo hay excusas y pretextos”.
RUBÉN BLADES
FUENTE:
http://www.eltiempo.com/mundo/latinoamerica/ruben-blades-habla-de-la-situacion-politica-de-brasil/16697551
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