Sebastián
Marroquín, hijo de Pablo Escobar: "Tuve como niñeras a los peores
criminales de Colombia"
© Image LaVanguardia.com PABLO ESCOBAR Y SU HIJOA JUAN PABLO EN UN CARRITO DE GOLF |
Sebastián
Marroquín (Medellín, Colombia; 1977) es conocido por ser el hijo mayor del
narcotraficante más famoso de la historia de Colombia y puede que del mundo,
Pablo Emilio Escobar Gaviria. Asegura que, con 16 años, tras la muerte de su
padre en 1993, podría haber sido su sucesor. No son pocos los testimonios que
afirman que se estaba preparando para ello.
Escobar
cayó en diciembre de 1993 tras una persecución por la calles de Medellín.
Oficialmente lo mató la policía, aunque otros dicen que lo liquidaron miembros
de un cartel rival conchabados a los agentes. Su hijo está convencido de que,
antes de que lo atraparan, se suicidó. Lo que es seguro es que Marroquín se
enteró de la muerte de su padre por una periodista. En ese momento, en directo
para todo el país, juró vengar la muerte del también conocido como El Patrón del Mal: “Voy a matar a todos esos
hijosdeputa. Yo solo los mato”.
Asegura
que esas palabras le costaron a él, a su madre y a su hermana el exilio a
Argentina y tener que cambiarse de nombre. Lleva años repitiendo que cinco
minutos después se arrepintió de sus amenazas y ahora es “un hombre de paz”.
Pese a que sigue queriendo a su padre, reconoce que fue “un bandido” que hizo
mucho daño a toda Colombia y a toda su familia.
Por
eso, afirma, terminó tomando otro camino. Ahora vive en Argentina, es
arquitecto e imparte conferencias sobre su padre por todo el mundo, “no para hacer
defender de su figura, sino para que se aprenda de sus errores”, aclara. Esta
es una de las razones por las que ha criticado series como Narcos, de Netflix.
23
años después de la muerte de Escobar, Marroquín está rentabilizando la figura
del narco: ha protagonizado un documental, Los pecados de mi padre (2009); ha escrito un libro, Pablo Escobar. Mi Padre (Ed. Península; 2015); y ha
puesto en marcha una marca de ropa llamada Escobar Henao, sus apellidos
originales, y cuyo lema es In peace we trust(Creemos en la
paz). “Mi padre se ha convertido en un personaje de mucha trascendencia a nivel
mediático en todo el mundo”, explica.
Pregunta: Todo el mundo le conoce como el hijo
de Pablo Escobar, pero ¿quién es Sebastián Marroquín?
Sebastián Marroquín: Es un colombiano como los más de 5
millones de desplazados por la violencia en Colombia que tuvo que cambiar de
identidad para recuperar su derecho a la vida y a la educación. Soy arquitecto,
empresario, un hombre de paz y padre de familia. Ese es Sebastián Marroquín.
P: ¿Cuánto de Juan Pablo Escobar hay en
Sebastián?
SM: El cien por cien. En realidad no ha
cambiado nada, simplemente cambió un nombre. Un documento. Un trámite. Mi
cambio en el carnet de identidad no supuso una renuncia al parentesco ni al
amor que siento por mi padre. Simplemente fue una herramienta que nos permitió
salvar la vida.
P: Su madre y su hermana casi no
aparecen en los medios de comunicación, se ha erigido usted en el portavoz de
la familia ¿por qué?
SM: Es algo que yo elegí. Pude elegir
otros caminos, como el del silencio absoluto o, peor aún, convertirme en Pablo
Escobar 2.0. Me decidí por el de la arquitectura, el de la paz, el de buscar la
reconciliación y el perdón de todas aquellas personas con las que mi padre tuvo
conflictos. A eso he dedicado mi vida estos últimos años.
P: ¿Cuál es el mejor consejo que le dio
su padre?
SM: "Valiente es el que no la
prueba", cuando me habló de las drogas. Era muy consciente del veneno que
vendía y no quería que yo, siendo su hijo, lo probara.
P: ¿Cómo le ha afectado crecer en un
ambiente de narcotráfico?
SM: Me críe entre bandidos. Los peores
criminales de Colombia fueron todos mis niñeras. Ahora soy un hombre de paz,
creo que al estar tan cerca de eso me hizo más consciente de las consecuencias
de sus acciones y del dolor que provocaban, a sí mismos, a nosotros y a muchos
otros colombianos. Eso sirvió para tener, muy cerca, un espejo en el que veía
justamente a las personas en las que yo no debía convertirme.
P: ¿Qué relación tiene con las drogas?
SM: De mucho respeto. Han hecho mucho
daño a Colombia y a Latinoamérica en general. La prohibición de las drogas y no
las sustancias es lo que nos ha traído guerras, corrupción y violación a los
derechos humanos. Todo ello también impulsado por el mercado y por el poder.
Esto no ha cambiado ni aún más de 20 años después de la muerte de mi padre.
Todo está intacto, todo está idéntico y el negocio sigue funcionando a la
perfección muy a pesar de los traficantes que van matando o que van capturando.
Los
norteamericanos en algunos casos piensan que todo se puede resolver a punta de
pistola, pero, el narcotráfico, es un drama de la humanidad que de ninguna
manera se solucionará con armas ni con agencias antidroga superpoderosas. Eso,
lo único que garantiza es el empeoramiento del problema.
P: En 2000, su madre y usted fueron
detenidos en Argentina acusados de lavar dinero del narcotráfico. Aunque luego
fueron absueltos, su madre pasó casi dos años en prisión ¿fue ese el momento
más difícil desde la muerte de su padre?
SM: La verdad es que teníamos un buen
callo ya, pero fue un momento duro porque ya llevábamos cinco años alejados de
Colombia. Yo había terminado mis estudios, era profesional, tenía una vida
absolutamente diferente y distante, no se parecía en nada a la vida del hijo de
Pablo Escobar y, de repente, verte rodeado de policía, de la atención mediática
pues te hace daño. En ese momento te preguntas: "¿Vale la pena portarme
bien si de todas formas terminan metiéndote en la cárcel?". Parece que el
premio por portarse bien es la cárcel. Te cuestionas muchas cosas.
P: Su padre amasó una inmensa fortuna y
un gran patrimonio que tras su muerte pasó a manos del Estado. Muchas
propiedades están en ruinas, aunque algunas como la famosa Hacienda Nápoles han
sido cedidas a empresas para ser explotadas como un parque temático ¿Qué cree
que debería hacerse con el patrimonio de su padre?
SM: Debería estar en manos de las
víctimas y no de los políticos. Debería revisarse que ocurrió con esas
propiedades que le quitaron a mi padre, porque te garantizo que ni una sola
víctima de Pablo Escobar ha sido reparada con el dinero que confiscó el Estado
colombiano y se quedó en manos de los políticos.
Eso
terminó deslegitimando la acción del Estado, porque terminó pareciendo una
rapiña entre mafiosos. En esa guerra el bando ganador se quedó con todo el
dinero del bando perdedor y no lo usó para reparar a las víctimas.
P: En Colombia parece que, mientras que
a su hermana no la culpan por nada de lo hecho por su padre, con usted tienen
sentimientos encontrados.
SM: Me parece justo porque, cuando muere
mi padre, cometí el gravísimo error de amenazar al país para vengar su muerte.
Por eso las personas me recuerdan por ese acto de desesperación ante la noticia
de la muerte de mi padre y no recuerdan la segunda promesa que hice 10 minutos
después: que me iba a educar y que contribuiría a la educación de mi familia y
a la paz de mi país. Esto es lo que vengo haciendo desde hace años, pero hay
quien sólo recuerda mis amenazas de hace dos décadas, pero no valora todo este
tiempo de buen comportamiento.
P: ¿Podría haber llevado a cabo esa
amenaza?
SM: No tenga ninguna duda que sí. Por
eso creo que, con el tiempo, las personas han comprendido que, al igual que mi
hermana, respondo por mis actos y no por los de mi padre.
Más
allá de los sentimientos encontrados yo no hablo con promesas, sino con hechos
consolidados. Cuando he salido a responder por los actos de mi padre ha sido en
el marco de la búsqueda de la reconciliación. Me hago cargo de la
responsabilidad moral de sus crímenes porque no hay nadie más que lo haga y
creo que me corresponde a mí. Soy un hombre de paz y eso se puede verificar. Si
no, estaría muerto.
La
reconciliación no forma parte del vocabulario colombiano, no es parte de
nuestra cultura.
P: Usted ha llegado a decir que la
reconciliación no suele entrar dentro del vocabulario colombiano y asegura en
el libro que consiguió salvar la vida gracias a que su madre y usted firmaron
la paz con los otros carteles. Ahora Colombia afronta lo que parece el final de
otra gran guerra interna, la firma del tratado de paz con las FARC. ¿Desde su
experiencia cómo ve el proceso?
SM: De esta paz en concreto no puedo
hablar porque no la conozco tan a fondo, pero de la que sí puedo hablar es de
la que nosotros hicimos con todos los carteles de la droga de Colombia.
Basándome en esa experiencia, creo que los colombianos somos capaces de hacer
la paz. Hasta las personas más sanguinarias se cansan de la violencia y la
guerra.
Nosotros
negociamos la paz en condiciones totalmente desiguales, totalmente
desfavorables para nosotros, y aun así, en unas circunstancias tan adversas
valoramos mucho la paz conseguida y llegamos a una conclusión que podría
parecer un disparate, pero no lo es: la paz a cualquier precio, es barata.
Eso
es lo que los colombianos no han logrado entender. El enorme significado, la
dimensión y lo que implica para un país poder crecer vivir y desarrollarse en
paz. Llevamos 50 años o más matándonos los unos a los otros. La reconciliación
no forma parte del vocabulario colombiano, no es parte de nuestra cultura.
Habrá miles de críticas, pero hacer la paz no es fácil. De cobardes es la
guerra, de valientes es la paz.
Sobre
su padre hay muchos mitos y leyendas como que tenía tantos escondites con
dinero que hay una fortuna enterrada, las circunstancias de su muerte, las
excentricidades que hacía con el dinero ¿con cuál se queda?
He
escuchado de todo acerca de él. Las acusaciones más inverosímiles, las más
dramáticas y ciertas también. Pero la que más me gusta es la de que está vivo.
Debe estar con Elvis y seguro que le está diciendo: “Tócame una cancioncilla.
Cántame una”.
FUENTE:
https://www.msn.com/es-pe/noticias/mundo/sebasti%C3%A1n-marroqu%C3%ADn-hijo-de-pablo-escobar-tuve-como-ni%C3%B1eras-a-los-peores-criminales-de-colombia/ar-BBwjM2b
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