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jueves, 22 de enero de 2015

Francisco Pizarro, el próvido fundador de Lima. Francisco Pizarro, hombre rudo y cruel, “iletrado prudente”, codicioso de oro y de honra, empecinado, religioso y audaz.

Francisco Pizarro, el próvido fundador de Lima.
Francisco Pizarro, hombre rudo y cruel, “iletrado prudente”, codicioso de oro y de honra, empecinado, religioso y audaz.
Ilustración: Víctor Aguilar.
Hace 480 años, cuando Francisco Pizarro y parte de su hueste realizaron la solemne ceremonia para fundar la Ciudad de los Reyes, la hazañosa espada del capitán de Trujillo de Extremadura estaba trazando también, simbólicamente, al igual que en la isla del Gallo, una nueva línea divisoria, esta vez en su propia andadura. Desde ese momento, el conquistador se transformaba definitivamente no solo en fundador, sino además el guerrero en gobernante. A Pizarro, en adelante, solo le interesaría construir una ciudad que fuera digna capital de la Nueva Castilla, su opulenta y vasta gobernación. Para él, había llegado la hora del sosiego.
Al respecto, el cronista Agustín de Zárate dice: Pizarro “hizo unas muy buenas casas en la Ciudad de los Reyes y en el río della [sic] dejó dos paradas de molinos, en cuyo edificio empleaba todos los ratos que tenía desocupados, dando industria a los maestros que los hacían [...]. Puso gran diligencia en hacer la iglesia mayor de la Ciudad de los Reyes y los monasterios de Santo Domingo y La Merced, dándoles indios para su sustentación y para reparo de los edificios”.
Así, la ciudad trazada a cordel como un damero y dividida en solares comenzó a crecer. Su Plaza Mayor, grande, vacía y polvorienta, fue el punto de reunión para los vecinos, estantes y moradores de la naciente villa. Allí acudían con armas y caballos los vecinos si había algún peligro; también era recorrida por las procesiones religiosas. En ella se instaló el mercado y hasta hubo, en horas de regocijo, lances taurinos.
El destructor de un imperio se volvió, por designio de la Providencia, en el artífice de una ciudad llamada a convertirse, durante más de dos siglos, en la más importante de América del Sur y cuya historia siempre estuvo rodeada de admiración, no pocas veces teñida de leyenda, aunque también desde horas tempranas tuvo sañudos detractores. A esta tarea constructora Pizarro dedicó por entero los pocos años de vida que le restaban antes de su trágica muerte el 26 de junio de 1541.
Hombre rudo y cruel, “iletrado prudente”, codicioso de oro y de honra, empecinado, religioso y audaz, Pizarro reunió en su persona las luces y las sombras que eran propias del carácter de los ganadores del Nuevo Mundo. Injusto y antihistórico sería cargar las tintas sobre sus defectos o errores y no reconocer sus virtudes y aciertos. Actuar a la inversa, resultaría igualmente absurdo.
Pizarro amó profundamente a Lima y en su testamento insiste, premonitoriamente, que sus restos, sean cuales fueren las circunstancias de su muerte, debían reposar en esta capital. Hernán Cortés, el único capitán que puede emularlo en la conquista de Hispanoamérica, no mostró mayor apego por la Ciudad de México, fundada sobre la inmensa Tenochtitlán. En el codicilo que dicta ya agonizante, dispone que sus albaceas elijan el lugar donde debía ser sepultado. Pizarro muere en Lima, con la espada en la mano, luchando contra los almagristas. Cortés fallece en Castilleja de la Cuesta, cerca de Sevilla, víctima de la disentería. A Pizarro lo debemos recordar objetivamente, reconociendo sus calidades de forjador de un país nuevo y mestizo: el Perú, heredero espiritual y material de dos patrimonios imperiales. 

FUENTE: Héctor López Martínez - Historiador
http://elcomercio.pe/opinion/colaboradores/pizarro-provido-fundador-lima-hector-lopez-martinez-noticia-1786278

sábado, 18 de septiembre de 2010

Caprichos limeños

Caprichos limeños
(Por Belén Delgado - EFE Reportajes, 17/09/2010 / msn noticias)
Eclipsada por otros destinos como Machu Picchu, el Lago Titicaca o las Líneas de Nazca, la capital de Perú posee una gran variedad de destinos, como la Ciudad de los Reyes, en su día centro del poder del Virreinato español.


El Palacio de Gobierno de Perú en el centro histórico de Lima, reconstruido hace 100 años tras un gran incendio en 1884. Tras la fundación de Lima, el 18 de enero de 1535, se decidió construir la casa del gobernador Francisco Pizarro, poco después, la casa de Pizarro fue el lugar donde vivieron los 54 virreyes que llegaron de España a Perú, también conocida en la época como Nueva Castilla. A partir de la Independencia de Perú en 1821, la antigua Casa de los Virreyes se convirtió en el Palacio de Gobierno. EFE

Fundada hace ya 475 años a orillas del Rímac, el llamado "Río Hablador", la capital peruana ha ido perdiendo el lustre de la época colonial aunque todavía conserva ciertos aires de grandeza desaliñada, como la que desprende su centro histórico.

"Lima es la ciudad de todas las sangres, todos los rostros, comidas y músicas", resume el historiador de la Universidad de San Marcos Freddy Cabanillas, en referencia a las gentes llegadas a este capital desde Europa, África y Asia, y que se mezclaron con las emigraciones "interiores" llegadas de la sierra y la selva.
En la Plaza de Armas, el ángel de la fuente da la bienvenida al mandatario de turno que habita el Palacio de Gobierno.

Desde ese punto, la guía Carina Clemente señala hacia la "puerta del perdón" de la catedral, situada a la derecha, por donde debían ingresar los presos que conseguían "liberarse" de sus cadenas.

Pura ironía, ya que todos los condenados a muerte se quedaban "a las puertas" y fallecían en la misma plaza.

Dentro de la basílica se dice que yacen los restos del fundador de Lima y conquistador español Francisco Pizarro, que murió en 1541 asaltado por hombres fieles a su archienemigo y competidor, Diego de Almagro.

Desde las 25.000 personas enterradas en las catacumbas de la iglesia de San Francisco hasta el palacio arzobispal, pasando por la Casa de la (prolífica) Literatura Peruana o por el ilustrativo Museo de la Inquisición, el centro de la ciudad ofrece múltiples atractivos.

Ya pasaron los años en que los altos índices de delincuencia hacían mella en la confianza de los turistas, aunque una visita al centro implica siempre ir con precaución.Además de balcones y casonas, destaca el encanto de una de las plazas más bellas de Lima, la neocolonial San Martín, inaugurada en 1921 con motivo del centenario de la independencia de Perú.

De paseo por el antes aristocrático Jirón de la Unión, cuesta imaginar a las mujeres que entonces desfilaban vestidas a la moda europea, algunas de ellas con un velo que sólo dejaba un ojo al descubierto y que les hizo merecer el apelativo de "tapadas".

Cafés bohemios como el Palais Concert cerraron, otros como el Cordano continuaron y, mientras, las calles se llenaron de acentos populares provenientes de todos los rincones de Perú.

El histórico Convento de los Padres Descalzos, en el tradicional distrito del Rímac. EFE

Una mirada hacia adentro

Desde el centro, parten varias rutas que dan cuenta de la explosión urbana que ha vivido Lima en los últimos años.

Al subir a lo alto del cerro de San Cristóbal en microbús (en el futuro habrá un teleférico), se puede echar una ojeada a la "monstruosidad" de Lima, una urbe de más de ocho millones de ciudadanos que ha crecido a espaldas del océano Pacífico pese a tenerlo tan cerca.

En la segunda mitad del siglo XX, el terrorismo y la miseria marcaron la vida de millones de personas que dejaron sus casas en los Andes y se asentaron en los polvorientos "conos", zonas pobres de la periferia que hasta la fecha carecen de servicios básicos como el agua corriente.

Según el profesor de la Universidad Católica Jesús Cosamalón, esa otra ciudad, independiente de la Lima aristocrática, ha ido ganando poder económico gracias a los negocios.

Sólo hay que ver los centros comerciales levantados junto a las barriadas, típicas en un país donde el 34,8% de la población sigue siendo pobre.

Imagen de una calle del casco antiguo de la antigua capital del Virreinato del Perú, Lima. EFE

La oferta cultural

Ya en el distrito de Barrios Altos, el cementerio del Presbítero Maestro ofrece una cara diferente de la cultura peruana a través de las tumbas de héroes patrios como Francisco Bolognesi o Miguel Grau, destacados militares que participaron en la guerra del Pacífico contra Chile (1879-1884).

"Hay 22.000 historias de personas que han dejado sus páginas grabadas aquí", sostiene el guía Guben Chaparro, que tranquiliza a los visitantes, seguro de que "las ánimas te protegen como si estuvieras en un frasco de cristal".

Además de este histórico camposanto, una treintena de museos sacia la sed de cultura.Entre ellos está el Museo de Arte de Lima (MALI), reabierto el pasado mes de abril en un acto que contó con la presencia de la modelo Kate Moss.

Si se quiere conocer el legado cultural de Perú y, concretamente, su lado arqueológico, el Museo de Arqueología y la colección privada de Rafael Larco Herrera permiten una buena aproximación.

Además, siempre se pueden visitar "in situ" lugares como la Huaca Pucllana, centro ceremonial de la cultura de Lima en pleno barrio de Miraflores, o salir de la ciudad en dirección al complejo donde durante siglos se rindió culto a Pachacamac, "creador del Universo".

El Salon Dorado del Palacio de Gobierno de Perú. EFE

Otros placeres

En las playas del sur, las aguas bravas atraen a surfistas de todo el mundo, mientras que otros prefieren descubrir rutas gastronómicas alternativas a los restaurantes "gourmet" o los de comida casera de la capital, explica la especialista de Turismo Lucrecia Lafora.

De vuelta a Lima, los más atrevidos tienen la oportunidad de volar en parapente sobre los acantilados de la "costa verde", que delimita la frontera entre el océano y la ciudad.Para los que prefieran pisar suelo firme hay otras opciones como un paseo por algunos de los escenarios de las novelas de Mario Vargas Llosa o una noche de fiesta en el barrio bohemio de Barranco, a no ser que se prefiera pasar el tiempo de casino en casino o chapoteando en las fuentes del Circuito Mágico del Agua.

Gran devoción hacia la música criolla y afroperuana es la que, por ejemplo, se vive en las jaranas de las peñas limeñas, donde los músicos invitan con frecuencia a bailar a los asistentes, peruanos o extranjeros.

Pero el principal placer que ofrece Lima y el resto de Perú es, a todas voces, su gastronomía.

Junto a las ricas especialidades de cebiches, anticuchos, lomos saltados y otras exquisiteces, la prestigiosa cocina peruana viene acompañada de fuertes cócteles como el pisco sour o de bebidas dulces como los zumos naturales o la chicha morada.

"Lima es la ciudad de todas las sangres, todos los rostros, comidas y músicas", resume el historiador de la Universidad de San Marcos Freddy Cabanillas, en referencia a las gentes llegadas a este capital desde Europa, África y Asia, y que se mezclaron con las emigraciones "interiores" llegadas de la sierra y la selva.

"Lima es atractiva si las autoridades invierten en su valor artístico e histórico y los limeños son más conscientes de lo que tienen", opina Cabanillas, quien confía en que cada vez más turistas lleguen a conocer esta centenaria ciudad no solo de oídas.


El monumental cementerio Presbítero Matías Maestro de Lima. EFE