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domingo, 16 de julio de 2017

Cara de piña. Noriega servía a la CIA y al castrismo y recibió dinero secreto de ambos. A diferencia de otros dictadorzuelos, que murieron en la cama, pagó sus vilezas entre barrotes.

Cara de piña.
Noriega servía a la CIA y al castrismo y recibió dinero secreto de ambos. A diferencia de otros dictadorzuelos, que murieron en la cama, pagó sus vilezas entre barrotes.
POR: MARIO VARGAS LLOSA
4 JUN 2017 - 00:00 CEST
Manuel Antonio Noriega, uno de los más corrompidos y brutales dictadores que haya padecido América Latina, acaba de fallecer de un cáncer al cerebro en la ciudad de Panamá, donde estaba preso desde 2011, luego de haber cumplido 17 años de prisión en Estados Unidos y cinco en Francia, por crímenes contra los derechos humanos, colaboración con el narcotráfico, robos, torturas, lavado de dinero sucio y una larga lista de delitos más. Aunque pagó en parte su negro prontuario, es posible que sus hijas hereden una buena cantidad de millones esparcidos en cuentas secretas por el ancho mundo que la justicia de tres países no ha conseguido recuperar.
Todo es oscuro y turbio en la vida del célebre Cara de Piña —así apodado por las marcas de viruela de su rostro—, empezando por su nacimiento. Es seguro que nació en un barrio pobre de Panamá y que tenía orígenes colombianos, pero la fecha es incierta, pues él mismo la adulteró varias veces por razones misteriosas, de modo que podría haber tenido 83 u 85 años a la hora de su muerte. Lo seguro es que su siniestra carrera comenzó a la sombra de Omar Torrijos, el cacique golpista que en 1968 depuso por las armas al presidente panameño electo e inició su propia dictadura. Noriega fue su brazo derecho e hizo una carrera meteórica en la Guardia Nacional hasta autoimponerse las insignias de general. En 1983 tomó el poder sin necesidad de elecciones y comenzó su estrambótica odisea.
Servía a la CIA y al castrismo, recibiendo dinero secreto de ambas fuentes. Permitió a Estados Unidos establecer un centro de espionaje en el istmo, a la vez que era informante de la DEA, y simultáneamente trabajaba para el cartel de Medellín, que escondía su dinero en bancos panameños. Al mismo tiempo, hacía pingües negocios con Fidel Castro y Moscú, a quienes vendió 5.000 pasaportes panameños para que los usaran sus agentes secretos en sus correrías por el mundo. Llegó a hacerse popular en América Latina, cuando, blandiendo un machete y rugiendo: “¡Ni un paso atrás!”, encabezaba ruidosas manifestaciones antiimperialistas de sus Brigadas de la Dignidad.

“Los dictadores cuarteleros parecen de otra era; en América Latina proliferan los gobiernos civiles

Pero al mandar torturar y decapitar en 1985 al doctor Hugo Spadafora, célebre luchador por los derechos humanos, asesinato que provocó una conmoción en el mundo entero, comenzó a cambiar su suerte. Había jurado morir de pie, combatiendo; sin embargo, cuando la invasión de Estados Unidos, sin haber disparado un solo tiro, corrió a esconderse en la Nunciatura. Allí estuvo 12 días, sometido día y noche a una grotesca sinfonía de música heavy metal que él detestaba y con la que los ocupantes yanquis martirizaron sus oídos hasta que se entregó. Comenzó su larga peregrinación por los tribunales y las celdas de Estados Unidos, Francia y Panamá que ha terminado estos días con su muerte.

Entre la larga lista de dictadorzuelos que ha envilecido la historia de América Latina, la gran mayoría murieron en su cama, ricos y hasta respetados, después de haber bañado en sangre y vergüenza a sus países, y de haberlos saqueado hasta dejarlos exánimes. Cara de Piña, uno de los más abyectos, al menos pagó buena parte de sus vilezas entre barrotes, aunque, por desgracia, no se ha podido rescatar sino un fragmento de la fortuna que levantó con sus fechorías y que ahora podrán disfrutar en paz sus descendientes. Ya han comenzado a hacerlo, por lo demás. Aquí en París, los diarios de esta mañana señalan las magníficas clientas que eran las hijas del difunto en las tiendas de súper lujo de la Rue Saint Honoré.

Me pregunto cómo terminará sus días Nicolás Maduro: ¿igual que Fidel Castro, bien arropado por su guardia pretoriana en el cuartel misérrimo en que habrá convertido Venezuela, o entre rejas como el general Videla, en Argentina, o como Fujimori en el Perú? La verdad es que probablemente ninguno de la larga fila de sátrapas que ha padecido América Latina haya llevado a cabo peores hazañas que el antiguo chofer de autobuses al que el comandante Chávez dejó como heredero (para que no le hiciera sombra). Ha sumido en la ruina más absoluta a uno de los países más ricos del continente, que ahora se muere literalmente de hambre, de falta de medicinas, de trabajo, de salud, tiene la más alta inflación y criminalidad en el mundo, está quebrado y es objeto de la repulsa y condena de todas las democracias del planeta. Antes sólo perseguía y encarcelaba a quienes se atrevían a criticarlo. Ahora también mata, y a mansalva. Sus colectivos chavistas, bandas de malhechores en motos y armados, han perpetrado ya más de sesenta asesinatos en las últimas semanas, ante la respuesta valerosa del pueblo venezolano que se ha volcado a las calles frente a la amenaza gubernamental de reemplazar el Congreso por una asamblea de sirvientes no electos sino nombrados a dedo, como lo hacían Mussolini y la URSS. Cada día que pasa con Maduro en el poder la agonía de Venezuela se agrava; pero todo parece indicar que el final de ese vía crucis está cerca. Y ojalá que los responsables de la hecatombe económica y social que ha producido el chavismo, empezando por Nicolás Maduro, reciban el castigo que merecen.

“¿Cómo terminará sus días Maduro? ¿Bien arropado por su guardia pretoriana o entre rejas?

Los dictadores salidos de los cuarteles, como Pinochet, Noriega o Videla, parecen ya de otra era, en una América Latina que, por fortuna, tiene ahora, de uno a otro confín, gobiernos civiles, nacidos de elecciones más o menos libres, y en la que hay largos consensos —que no existieron en el pasado— a favor de instituciones democráticas y de políticas de apertura económica, estímulo a las inversiones extranjeras e inserción en los mercados mundiales. Es verdad que en muchos casos se trata de democracias roídas por la corrupción y que a veces ceden a la tentación populista, pero, aun así, hay que tener en cuenta que una democracia mediocre y demagógica es mil veces preferible a una dictadura, como nos lo recuerdan a diario los venezolanos.

Por eso es muy interesante observar lo que pasa en Brasil. La extraordinaria movilización popular que ha enviado ya a la cárcel a buena parte de su élite política y a buen número de empresarios deshonestos no persigue “una revolución socialista”, sino perfeccionar la democracia, liberándola de los pillos que la estaban descomponiendo, destrozándola por dentro, con unas alianzas mafiosas que enriquecían a verdaderas pandillas de empresarios y políticos, buena parte de los cuales se hallan ya, gracias a jueces valientes y limpios, en los calabozos o a punto de entrar en ellos. Ese es un movimiento popular en la buena dirección; no quiere regresar al delirante populismo que ha congelado a Cuba en el tiempo y está bañando en sangre y miseria a Venezuela sino purificar un sistema al que estaban deshaciendo por dentro los ladrones de guante blanco y permitirle funcionar. Si lo consiguen, el enorme Brasil dejará de ser el eterno “país del futuro” que ha sido hasta ahora y comenzará a ser un presente en marcha, modelo para el resto de América Latina.

Derechos mundiales de prensa en todas las lenguas reservados a Ediciones EL PAÍS, SL, 2017.
© Mario Vargas Llosa, 2017
FUENTE: https://elpais.com/elpais/2017/06/02/opinion/1496417579_129594.html


jueves, 15 de septiembre de 2016

Elena Laborín, ‘la Señora’ que alcanzó la cima del cártel de Beltrán Leyva.

Elena Laborín, ‘la Señora’ que alcanzó la cima del cártel de Beltrán Leyva.
Laborín nació el 19 febrero de 1964 en Agua Prieta, Sonora.

Read more here: http://www.elnuevoherald.com/noticias/mundo/america-latina/article101946957.html#storylink=cpy
EFE MÉXICO.- La historia de la recién detenida Clara Elena Laborín Archuleta se asemeja a tantas otras de ascenso y caída en el mundo del narcotráfico, pero pocas mujeres consiguieron alcanzar una posición como la suya: cabeza del cártel de los Beltrán Leyva.
Laborín, esposa del capo mexicano Héctor Beltrán Leyva, quedó al frente del cártel tras la detención de su marido en octubre de 2014, afirmaron a Efe fuentes del gabinete de seguridad.
Este martes, la Policía Federal anunció su detención en el noroccidental estado de Sonora junto con su principal colaborador y hombre de confianza, al que se identificó como Alan “N”.
Conocida como “la Señora”, era considerada como uno de los 50 objetivos prioritarios de la Estrategia de Seguridad en el sureño estado de Guerrero.
Laborín nació el 19 febrero de 1964 en Agua Prieta, Sonora, según los datos de la Oficina de Control de Bienes Extranjeros del Departamento del Tesoro de Estados Unidos, en cuyas listas fue añadida en 2009.
Según las autoridades mexicanas, desde su natal Sonora (concretamente el municipio de Hermosillo) coordinaba las actividades delictivas del grupo criminal, considerado uno de los principales actores en el agitado panorama de violencia que se vive en el turístico municipio de Acapulco (Guerrero).
Antes de llegar a la cumbre del cártel, Laborín fue Miss Sonora y en la década de 1990 tuvo alianzas con Guillermo Francisco “Memo” Ocaña, detenido en 2010 por lavado de dinero. De esta forma, los Beltrán Leyva consiguieron infiltrarse en el mundo de los espectáculos.
La Señora saltó a los medios de comunicación en 2010 a raíz de su secuestro por un grupo armado.
Fue liberada poco después, atada de pies y manos y con el rostro cubierto, y junto a ella los responsables dejaron un mensaje: “Nosotros te vamos a enseñar a ser hombre y respetar a la familia, asesino de niños Héctor Beltrán Leyva, aquí está tu esposa por quien no quisiste responder”.
Laborín aparece en los archivos de la Procuraduría General de la República (PGR, fiscalía) desde 2005.
En dicho año, la Subprocuraduría Especializada en Investigación de Delincuencia Organizada (Seido) ordenó decomisar los bienes de uno de sus inmuebles, ubicado en el central Estado de México y bajo la sospecha de estar vinculado a las actividades de los Beltrán Leyva.
El cartel de los Beltrán Leyva surgió en 2008 de una escisión del cártel de Sinaloa tras el arresto de Alfredo “el Mochomo” Beltrán Leyva, debido a lo que fue considerado una traición de Joaquín “el Chapo” Guzmán, actualmente preso en la fronteriza Ciudad Juárez.
La detención de Laborín es un revés más para la agrupación delictiva, duramente golpeada por el Gobierno mexicano desde 2010. Tanto que, en la actualidad, se puede decir que está “pulverizado” y que prácticamente “no existe como tal”, señaló a Efe el experto José Reveles.
Y es que sus líderes “están totalmente liquidados, unos presos, otros muertos y otros extraditados”, consideró.
De los Beltrán Leyva, Marcos Arturo murió en un enfrentamiento con la Armada, “el Mochomo” fue extraditado a EEUU y Carlos está preso, al igual que Héctor.
El debilitamiento del cártel provocó que de él surgieran diferentes agrupaciones como los Rojos, los Ardillos o Guerreros Unidos, estos últimos vinculados con la desaparición y presunto asesinato de los 43 estudiantes de la escuela de Ayotzinapa en 2014.
En julio pasado, las fuerzas de seguridad detuvieron a otros seis presuntos integrantes del cártel de los Beltrán Leyva en Acapulco, entre ellos el jefe en la localidad.


FUENTE: http://www.elnuevoherald.com/noticias/mundo/america-latina/article101946957.html


domingo, 12 de julio de 2015

Joaquín ‘El Chapo’ Guzmán se fuga de la cárcel por un túnel de 1.500 metros. El pasadizo en la prisión de máxima seguridad disponía de ventilación, iluminación y rieles

Joaquín ‘El Chapo’ Guzmán se fuga de la cárcel por un túnel de 1.500 metros.
El pasadizo en la prisión de máxima seguridad disponía de ventilación, iluminación y rieles
El capo salió por la ducha

El Chapo Guzmán, durante su detención en febrero de 2014. / SAÚL RUIZ
Lo imposible ha ocurrido. Joaquín Guzmán Loera, El Chapo, uno de los mayores narcotraficantes del planeta, se ha fugado. El líder del cártel de Sinaloa, de 58 años, se escapó a las nueve de la noche del sábado del penal de máxima seguridad de El Altiplano por un túnel de 1.500 metros. Un pasadizo, iluminado y ventilado, por el que se ha venido abajo el orgullo de las fuerzas de seguridad mexicanas. La magnitud de la obra, que tenía hasta rieles para sacar escombros; la peligrosidad del reo, que sólo necesitó ir a la ducha para desaparecer, y la impunidad que revela todo el increíble plan de huida sitúan al Gobierno mexicano ante el más grave de los retos y ponen en duda su capacidad para hacer frente a su enemigo público número uno. Su captura hace un año, considerada como un éxito sin precedentes en la lucha contra el narco, se enfrenta ahora a su reverso. Y lo que es peor, a la imparable sospecha de que recibió ayuda desde el interior del presidio. Todo el personal de la prisión, hasta ahora la más segura de México, ha sido retenido y 18 funcionarios están siendo interrogados en la capital.
La última grabación en la que se le ve quedó registrada a las 20.52. Tras tomar su medicación, El Chapo se dirigía en ese momento al área de duchas. Allí, fuera de la zona de videovigilancia, inició su fuga. Todo estaba milimétricamente preparado. Oculta bajo una trampilla, se había excavado una boca rectangular, de 2,5 metros cuadrados. Este orificio comunica con un conducto vertical de 10 metros de profundidad, en el que los delincuentes instalaron una escalera. Tras bajarla, Guzmán Loera no tuvo más que pasar al túnel final (1,7 metros de altura y 70 centímetros de ancho) y llegar, bajo luz eléctrica y buena ventilación, hasta un inmueble en obras de la Colonia Santa Juanita. Ahí, desapareció. Atrás sólo quedaron útiles de obra.
El túnel, fruto de meses de trabajo, desata todo tipo de preguntas. ¿Cómo es posible horadar una cárcel de máxima seguridad sin que nadie se dé cuenta? ¿Cuánto tiempo transcurrió hasta que se dio la voz de alarma? ¿Con qué apoyos internos y externos contó El Chapo? El Ejecutivo mexicano fue incapaz de aclarar ninguna de estas cuestiones. El titular de la Comisión Nacional de Seguridad, Monte Alejandro Rubido, visiblemente afectado, se limitó a leer un comunicado con los datos básicos y recordar que se había puesto en marcha un protocolo de seguridad. Este plan incluyó el cierre del aeropuerto de Toluca, en el Estado de México, donde se ubica la cárcel, así como el despliegue de cientos de policías. Doce horas después de la fuga, el operativo no había dado ningún resultado.
La cárcel de El Altiplano, a una hora en coche del Distrito Federal, forma parte de las leyendas carcelarias mexicanas. En sus 27.000 metros cuadrados se mezclan desde el alcalde de Iguala, José Luis Abarca, hasta criminales como Servando Gómez Martínez, alias La Tuta, líder de los Caballeros Templarios; el despiadado Edgar Valdez Villarreal, La BarbieHéctor Beltrán Leyva, El H, o Miguel Ángel Félix Gallardo, El Padrino, el padre de los grandes narcos, incluido El Chapo. De sus rejas jamás se había escapado ningún reo. Considerado inexpugnable, el penal está sometido a vigilancia excepcional y, al menos en apariencia, impone a los presos un intenso control. Este hecho ha motivado episodios tan ambivalentes como la carta firmada en febrero pasado por todos los grandes capos en la que se que se quejaban de sus “indignas e inhumanas” condiciones.
La huida de El Chapo, cuya extradición a EEUU había sido denegada por no haber riesgo de fuga, derriba de cuajo este mito y vuelve a poner a las fuerzas de seguridad mexicanas en la situación previa al 22 de febrero de 2014. Ese día, los comandos de la Marina detuvieron al capo en el departamento 401 del Condominio Miramar, frente al malecón de Mazatlán, en Sinaloa. La captura puso fin a una larga e intensa búsqueda que se había acelerado una semana antes, cuando estuvieron a punto de atraparle en su casa de seguridad de Culiacán. Salvado por la puerta de blindaje hidráulico, que le dio unos minutos de oro, pudo huir a través de un pasadizo que desembocaba en las alcantarillas. Acompañado de su escolta, el teniente desertor Alejandro Aponte Gómez, El Bravo, decidió huir a los cerros de Sinaloa, el corazón de su imperio. Pero antes quiso ver a su esposa, Emma Coronel, y a sus hijas gemelas. Las pistas acumuladas y las intervenciones telefónicas (más de 100) permitieron a las fuerzas de seguridad localizarle. El Chapo entró en el hotel de Mazatlán en silla de ruedas, disfrazado de anciano. Cuando los comandos irrumpieron en la habitación, se había ocultado en el baño. Eran las 6.50. Sobre la cama quedaron una maleta rosa, un bote de champú y un montón de ropa desperdigada. Había sido arrestado sin un disparo.
La captura puso entre rejas a un narcotraficante que desde su rocambolesca fuga en 2001 era considerado prácticamente intocable. Guzmán Loera sólo había sido detenido anteriormente, en Guatemala en junio de 1993 en una operación bajo mando mexicano. En aquel entonces ya era un capo importante. Un hombre de orígenes paupérrimos y que escribía con dificultad, pero cuya sangre fría le había hecho prosperar a la sombra del líder del cártel de Guadalajara, Miguel Ángel Félix Gallardo, apresado en 1989 y que precisamente ocupa celda en El Altiplano. Tras esta primera detención en Guatemala, permaneció siete años en prisión, hasta que la noche del 18 de enero de 2001, ocultó en un carro de lavandería, se escapó de la cárcel de máxima seguridad de Puente Grande, en Jalisco. Al menos 71 personas, entre ellas numerosos funcionarios, participaron en la fuga.
Fue entonces cuando empezó su verdadero ascenso. Rompió con sus socios y desató la guerra contra otros cárteles. A sangre y fuego su poder fue creciendo. No hubo límite en esta expansión. Se enfrentó a los temibles zetas, libró una oscura batalla en Ciudad Juárez, doblegó sin compasión a los cárteles más débiles. Abrió nuevas rutas internacionales para la cocaína. Sus años dorados fueron el infierno de México. Era la guerra. Y el Estado respondió con la movilización del Ejército. El país entró en estado de choque. Mutilaciones, decapitaciones, asesinatos en masa se volvieron moneda corriente, mientras en la cúspide del dolor, El Chapo acumulaba una fortuna que, según Forbes, le situaba entre los hombres más ricos del país. El niño criado en las estribaciones de la Sierra Madre oriental, el agricultor de modales torpes, se había convertido en el señor oscuro de América.
Su poder era excesivo. El Departamento del Tesoro de EEUU estableció que controlaba a lo largo de 10 países una red criminal formada por 288 empresas y miles de operadores. Y su capacidad letal, cristalizada en un ejército de sicarios, ponía en cuestión al mismo Estado. Una inmensa maquinaria se puso en marcha para someterle a la ley. Por ello, cuando llegó su caída, fue vista no sólo como un triunfo del Estado de derecho, sino como el principio de fin de la vorágine y el ocaso de una era, la de los grandes señores de la droga.
Bajo estas coordenadas, el Gobierno de Enrique Peña Nieto ha conseguido en dos años y medio acabar con los principales capos que simbolizaban este reto. El primero en caer fue Miguel Ángel Treviño, el Z-40, el hombre que pobló México de decapitaciones y que en sus orgías de sangre aseguran que llegaba a morder los corazones de sus víctimas. Luego llegaron muchos más, como Nazario Moreno, El Chayo, cabecilla de la narcosecta de Los Caballeros Templarios; su sucesor La Tuta, y en marzo pasado Omar Treviño Morales, el Z-42. Estos éxitos han sido presentados como una seña de identidad del Ejecutivo y han hecho creíble un combate que durante años se movió entre el escepticismo general. La fuga del penal de El Altiplano y sus más que previsibles repercusiones políticas, van a zarandear de firme estos logros. El Chapo vuelve a estar libre. El Estado mexicano se enfrenta, de nuevo, a su mayor enemigo.

FUENTE: http://internacional.elpais.com/internacional/2015/07/12/actualidad/1436683448_468552.html


martes, 14 de octubre de 2014

¿Quién es Vicente Carrillo Fuentes?

¿Quién es Vicente Carrillo Fuentes?
El FBI ofrecía una recompensa de hasta 5 millones de dólares por información que diera con su arresto. (Tomada de FBI)
Es sinaloense, heredero del "violento" cártel de Juárez, le apodan 'El Viceroy' y fue capturado en Coahuila por fuerzas especiales a siete días de que cumpla 52 años.
Ciudad de México. En siete días Vicente Carrillo Fuentes cumple 52 años. No será un buen festejo: estará tras las rejas. El capo nació el 16 de octubre de 1962 en Guamuchilito, Sinaloa, según el Buró Federal de Investigación, más conocido por sus siglas en inglés como FBI.
Según esa dependencia estadunidense, el presunto narcotraficante sinaloense es líder del "violento" cártel de Juárez, organización criminal responsable de llevar "numerosas toneladas de cocaína y mariguana desde México a Estados Unidos por la frontera de Ciudad Juárez".
Un jurado federal en el Distrito de Texas emitió el 16 de agosto de 2000 una acusación de 46 cargos contra 'El Viceroy'. Le atribuye la posesión de cocaína y mariguana con fines de distribución, además de lavado de dinero, manipulación de un testigo, nueve cargos de homicidio contra agentes estadunidenses para evitar que informen a Estados Unidos sus operaciones y otros 10 asesinatos.
Sus padres son Vicente Carrillo y Aurora Fuentes y tiene siete hermanos: Angélica, Amado, Cipriano, Guadalupe, Alberto, Rodolfo y José Cruz Carrillo Fuentes. Él es el cuarto de la numerosa familia.
El FBI ofrecía una recompensa de hasta 5 millones de dólares a quien aportara información útil que llevara a su captura; aclaraba que el capo era considerado peligroso, armado y que quizá tenía cicatrices en su rostro como resultado de una cirugía plástica.
'El Viceroy' se convirtió en uno de los herederos del cártel de Juárez tras la muerte de su hermano Amado Carrillo Fuentes, 'El señor de los Cielos', de acuerdo con información de la Procuraduría General de la República.
Quien también heredó parte del 'imperio' fue Vicente Carrillo Leyva, hijo de 'El señor de los Cielos'. Sus funciones eran directivas y lavaba dinero de la organización bajo la tutela de su tío 'El Viceroy', según la PGR.
Sin embargo, el primogénito de Amado fue detenido la mañana del 1 de abril de 2009, mientras hacía ejercicio en un parque en la colonia Bosques de Las Lomas, en la Ciudad de México, el cual estaba cerca de su casa. Vicente Carrillo Leyva decía que era empresario para ocultar sus actividades como narcotraficante.
El 4 de julio de 1997, Amado Carrillo murió en el Hospital de Santa Mónica, de la Ciudad de México, horas después de someterse a una cirugía plástica.
Amado llegó a fortalecer las operaciones del cártel de Juárez con ayuda de funcionarios del gobierno federal, entre ellos el militar José de Jesús Gutiérrez Rebollo.
Gutiérrez Rebollo fue nombrado en diciembre de 1996 jefe del Instituto Nacional para el Combate a las Drogas; tres meses después, el entonces secretario de Defensa, Enrique Cervantes Aguirre, dio una conferencia de prensa para revelar que Gutiérrez Rebollo tenía nexos y protegía a 'El Señor de los Cielos'.
El general fue sentenciado a 40 años de prisión por delincuencia organizada. Fue encarcelado en el penal federal en Tepic, Nayarit. Murió en diciembre de 2013 en el Hospital Central Militar, en la Ciudad de México, tras ser sometido a una operación a consecuencia del cáncer que padecía.
Una de las fronteras más importantes y peleadas entre los narcotraficantes para pasar droga a EU es Ciudad Juárez, Chihuahua. En 2007, el cártel de Sinaloa y el de Juárez comenzaron una 'guerra' por el control de esa región.
'La Línea' y 'Barrio Aztecas' fueron el brazo armado que usó el cártel de Juárez para combatir al grupo Gente Nueva, organización ligada a la de su acérrimo enemigo Joaquín 'El Chapo' Guzmán, quien fue detenido el 22 de febrero de 2014, en Mazatlán, Sinaloa.
Según funcionarios del gobierno federal, 'El Viceroy' huyó de Chihuahua tras la guerra que protagonizó La Línea con el grupo de Gente Nueva; este jueves fue detenido por fuerzas especiales en Torreón, Coahuila, tras pasar meses disfrazándose y cambiando su apariencia física para evitar su captura.

FUENTE: http://www.milenio.com/policia/Vicente_Carrillo_Fuente-cartel_de_Juarez-capturan_a_El_Viceroy-Senor_de_los_Cielos_0_387561535.html
09/10/2014 05:58 PM

domingo, 7 de septiembre de 2014

Alias 'Popeye' (Entrevista en BOCAS) Entrevista de la edición 16 de BOCAS con John Jairo Velásquez Vásquez, 'Popeye', desde la cárcel.

Alias 'Popeye' 
(Entrevista en BOCAS)
Entrevista de la edición 16 de BOCAS con John Jairo Velásquez Vásquez, 'Popeye', desde la cárcel.
Foto: Sebastián Jaramillo
Dice que no tiene miedo de ser asesinado
Popeye –uno de los asesinos más cercanos a Pablo Escobar– dice que mató a más de 250 personas y que participó en la muerte de otras 3.000; no siente remordimientos, pero alega que ya cumplió con la justicia y espera salir libre este año después de 22 años en la cárcel. No tiene miedo de ser asesinado, dice que afuera sus únicos enemigos son los hermanos Ochoa, que no quiere volver a matar y que su gran sueño es una película con la verdadera historia del Cartel de Medellín.

El pabellón de recepciones de la Cárcel de Máxima Seguridad de Combita, en Tunja, es un patio pequeño, de concreto gris, compuesto por 20 celdas y un solar enrejado, por el que han pasado los mayores criminales del país pedidos en extradición por EE. UU. En este lugar está detenido, desde hace cerca de ocho años y exiliado de población carcelaria por su seguridad, John Jairo Velásquez Vásquez, “Popeye”. Fue uno de los hombres más sanguinarios del Cartel de Medellín y lugarteniente de Pablo Escobar.
Popeye está vestido con un jean Levi’s azul oscuro, lleva una cachucha que alguna vez fue roja, un buzo escarlata y unos Crocs negros. Me saluda efusivamente. Se nota que le gusta que lo entrevisten. Se quita la cachucha, me muestra su cabeza y dice que ya dejó de contarse las canas. Nos sentamos en una mesa donde reposa un tablero de ajedrez. Me confiesa que no sabe jugar y que las fichas son de su único compañero, “Sebastián” [Erickson Vargas Cardona, el máximo cabecilla de la “Oficina de Envigado”]. Sebastián me mira de reojo y se mete en su celda. Popeye me dice que no sabe nada de su compañero y luego me recalca que estamos para hablar de él.
Y empieza por su prontuario: asesinó a 250 personas, bajo sus operaciones murieron cerca de 3.000 colombianos, entre ellos excandidatos presidenciales, altos mandos de la policía, periodistas, magistrados y civiles. “Yo estoy condenado por todos los delitos del Cartel de Medellín, por la muerte de Luis Carlos Galán, el atentado del avión de Avianca, las bombas en Cali, Bogotá y Medellín, por todas las muertes que ocasionamos”. Con cierto orgullo me muestra dos impactos de bala que no pudieron acabar con su vida. Uno entró y salió por un costado de su brazo. El otro por su pecho, le rozó el corazón y salió por la espalda. El policía que hizo el último disparo murió segundos después, “reaccioné rápido y lo maté”.
Tras casi 22 años de estar recluido alega que ya ha sido suficiente. Aunque dice no sentir remordimiento por las víctimas, pide perdón y reconoce que actuó cegado por el dinero, la codicia y su devoción por Pablo Emilio Escobar Gaviria, a quien no deja de admirar y del que dice “era un ser de otro planeta”. Hoy solo quiere reintegrarse a la sociedad –entre julio y septiembre de este año sale libre–, y recalca que ya es hombre de paz. Que a pesar de que todavía haya gente que lo quiere matar, no volverá a tomar un arma para acabar con la vida de otro ser humano.

¿Es verdad que este año sale libre? ¿Qué piensa hacer?
Sí. Entre julio y septiembre. Una cosa es cuando uno está aquí adentro y otra cuando ya toca el pavimento. He pensado en irme del país, pero las cosas cambian con el tiempo, hay que esperar lo que suceda en la calle. Tengo perspectivas sencillas. Ahora quiero disfrutar de las cosas pequeñas de la vida. Tengo claro que no vuelvo a recibir un contrato para matar a alguien.

¿Cómo son sus días en la cárcel?
Me levanto a las seis de la mañana, organizo mi celdita, hago una oración, pongo a calentar el café, me pego una duchita con agüita bien fría. Me preparo el desayuno y oigo noticias en la radio o me pongo a ver el noticiero. Puedo ver televisión de seis de la mañana a seis de la tarde. Entran los canales nacionales. Tengo un teléfono directo instalado en un costado del pabellón. Según el día, llamo a mis abogados para saber cómo va mi proceso con el juez de ejecución de penas. También hablo con mi hijo y con los pocos amigos que me quedan. Después me pongo a escribir. Aquí el enemigo más grande es la monotonía.

¿Quién lo visita regularmente?
Mis abogados, periodistas, muchos periodistas. Desde hace cinco años no tengo visitas de familiares o amigos cercanos. Tampoco conyugal. Tengo derecho a una visita íntima cada mes, pero no me gustan las prostitutas. Me cuido mucho, le tengo miedo al sida. Tampoco tengo novias porque “en este paseo” todo es más difícil. Acá me conseguí una novia, abogada, nos enamoramos, pero al primer escándalo salió corriendo. Me la levanté a punta de carreta. Yo soy bien tierno, me enamoro fácil. Más de uno cree que porque fui bandido y asesino no soy respetuoso con las mujeres.

¿Cómo es la relación con los guardias?
Como todo en la vida. Si los respeto, ellos me respetan. Con ellos no hay mucha ternura [risas]. Son gente buena, hemos tenido problemas, una vez me golpearon, pero descubrí una herramienta más poderosa que las ametralladoras: la justicia. Si uno tiene un problema, recurre a la Procuraduría y allá se lo solucionan. Yo era muy agresivo, pero aprendí a respetar.

¿Ya vio la serie de Escobar el patrón del mal?
Sí, apenas la estoy empezando. Me la mandaron hace poco, la estoy viendo en dvd piratas. Me gustó mucho, porque Andrés Parra hace un personaje inigualable. Yo creo que ni en Hollywood pueden conseguir un actor como este para hacer de Pablo. La voz es igual, la actitud. Me gustó también el personaje de Carlos Mariño, el que hizo de “Popeye”, o como le ponen allí: “El Marino”. Fue bonito verme interpretado, porque aborda el personaje con mucho respeto. Me impactó que actuaba muy parecido a mí. Se le arrimaba al patrón igual que yo: con respeto.

¿Quiere llevar su vida al cine?
Con Hollywood estamos tratando. Astrid Legarda Martínez, la experiodista de RCN que escribió conmigo el libro El verdadero Pablo: Sangre, traición y muerte, está en Estados Unidos haciendo contactos, hablando con personas que se han mostrado interesadas en un proyecto cinematográfico. Por el libro ella tuvo que salir exiliada del país. Yo quiero que hagan una película bien hecha, con los nombres reales. Hace un tiempo me contactó la gente que hizo Paraíso Travel, pero ofrecieron muy poquito y no pudimos llegar a un acuerdo.

¿Dónde nació?
Nací en Yarumal, Antioquia, un pueblito a dos horas de Medellín. Un lugar de tierra fría, conservador. Tuve una niñez un poco limitada, porque el lugar es montañoso. Allá no se juega al fútbol, no se monta en bicicleta, no se hace nada. Luego, por el trabajo de mi papá, nos trasladamos a Itagüí. Allí empecé a ver el mundo. Conocí gente y tuve mi primer acercamiento con la violencia, con la crudeza de una zona industrial. Años después nos fuimos a un barrio de clase media-alta de Medellín. Allí me vinculé al mundo del narcotráfico.

¿Qué quería ser cuando era niño?
Oficial de la policía. Luego quería ser marino. Me gustaban mucho las armas. Yo quería el mundo de las armas con la constitución, con las Fuerzas Militares. No se dio y me tocó llegar a ellas por la ilegalidad.

¿Pero intentó al menos cumplir su sueño?
Sí. Cuando estaba en cuarto de bachillerato dejé de estudiar e ingresé en la Escuela de Suboficiales de la Armada en Barranquilla. Me aburrí. Yo soñaba con majestuosos navíos, pero no había nada de eso. Solos unos barcos de madera decomisados a marimberos. Me retiré y me devolví a Medellín a terminar el colegio. Luego me fui para Bogotá e ingresé a la Escuela de Oficiales de la Policía Nacional General Santander, pero también me desencanté. Solo estuve seis meses. Regresé a la ciudad y me reencontré con Pinina, un amigo del barrio.

Hábleme de Pinina…
“Pinina”, John Jairo Arias Tascón, era un hombre por ahí de 1,64 metros de estatura, inteligente, muy bien presentado, tenía una cara perfecta, el pelo largo, por eso le decían Pinina, por su parecido a la actriz argentina Andrea del Boca, que interpretaba ese papel. Nos conocimos en el barrio. Él era el hombre que tenía Pablo Emilio Escobar Gaviria para que lo reemplazara en el Cartel de Medellín y protegiera a su familia en caso de que lo mataran. Pinina murió por el Bloque de Búsqueda en 1990. Yo estaba con él ese día. Me fui a recoger un dinero y cuando él entró a su apartamento a esperarme, le cayeron.

¿Cómo fue su primer acercamiento con Pablo Escobar?
Cuando me reencontré con Pinina yo ya sabía que él pertenecía a los hombres de Pablo Escobar. Luego comencé a trabajar con un ingeniero, un señor que le decían Nandito, amigo de Gustavo Gaviria, primo del patrón. A Nandito le tocó a arreglar un toro mecánico de la hacienda Nápoles. Allí fui testigo, por primera vez de la vida que yo podía llegar a tener. Un año después un conocido me puso a trabajar de conductor y escolta de una niña del barrio El Poblado, Elsy Sofía. Empecé a trabajar con ella y resultó siendo novia de Pablo Escobar.

¿A qué edad comenzó a trabajar para el Cartel de Medellín?
Desde muy joven. A los 18 años empecé a recibir “contratos” (asesinatos) por parte de esta organización. Comencé a operar al lado de Pinina, él me enseñó a trabajar. Después me dejaron “caminar” solo. A tirar operativos tan grandes como el secuestro del señor Andrés Pastrana. A ser la cabeza de acciones como el secuestro y posterior asesinato del procurador Carlos Mauro Hoyos. A dirigir los asesinatos de personajes de la justicia de este país. A callar a más de un periodista.

¿Qué escribe?
Muchas cosas. Acabé de terminar mi segundo libro. Lo vamos a presentar en la Feria del Libro de Bogotá en abril. Relata los casi 22 años que llevo preso. Escribí todas mis vivencias. Me han pasado cosas muy charras como encontrarme con mis grandes enemigos, los hermanos Rodríguez Orejuela y “Don Berna”. Mi celda es la 17, a él lo recluyeron en la 18, nos comportamos como si nada hubiera pasado. Por acá también estuvieron “Macaco” y “Rasguño”. Más adelante me gustaría escribir una novela a cuatro manos, con un escritor bien ranqueado. No soy un buen escritor, pero soy buen relator.

¿Por qué se convirtió Don Berna en uno de sus grandes enemigos?
Don Berna era chofer de los narcotraficantes Fernando y Mario Galeano. Un simple escolta de ellos. Ni siquiera llegó a conocer personalmente al patrón. Cuando matamos en la cárcel la Catedral a Fernando “el Negro” Galeano, Don Berna se fue para donde los hermanos Castaño a contarles lo que habíamos hecho. Desde la cárcel ordenamos atentados contra él porque nos dimos cuenta de que estaba planeando vengarse por la muerte de sus patrones. Pero se nos voló a Cali con Rafael Galeano, otro de los hermanos que aún seguía con vida. Allá, con el aval de los Castaño, se alió con los hermanos Rodríguez Orejuela y cogió mucho poder dentro del grupo de “Los Pepes” [Perseguidos por Pablo Escobar].

¿Por qué Pablo Escobar comenzó a ejecutar a sus socios?
El patrón era socio de los hermanos Galeano y los hermanos Moncada Cuartas. Antes de entregarnos a la justicia hicimos un acuerdo con ellos, donde se convino que a Pablo Escobar, por ser el jefe, se le iba a mantener económicamente durante su estancia en la Catedral mientras se reactivaba el narcotráfico. Es que llegamos allá ilíquidos. Se pactó que todos los demás narcos siguieran traqueteando, pero debían mandarnos mensualmente quinientos mil dólares. La plata llegó durante los primeros diez meses. Al undecimo mes solo mandaron 50 millones de pesos. El patrón devolvió ese dinero diciéndoles que no les estaba pidiendo limosna. Los hermanos Moncada y Galeano respondieron que no tenían ni un peso, pero el patrón sabía que ellos eran muy ricos. Dio la casualidad que ese mes, un trabajador del “Chopo” encontró 23 millones de dólares en una caleta en el barrio San Pío de Itagüí. De una nos reportó ese dinero y lo tomamos. Fernando Galeano y uno de los Moncada –Gerardo “Kiko”– se dieron cuenta de que un muchacho de nosotros tenía la plata y subieron a la Catedral para hablar con el patrón. No se imaginaban lo que les esperaba.

¿Cómo fue la muerte de estos dos narcotraficantes?
Los hicimos entrar a la cárcel la Catedral, porque afuera era más difícil matarlos. Si mandábamos a uno de los hombres a secuestrarlos, nos lo podían “voltear” –sobornar– con cien millones para que los liberaran. Por eso el Patrón dio la orden de amarrarlos, torturarlos y darles sus tiros de gracia. Como sacar los cuerpos en un camión era un problema a causa de los anillos del Ejército que custodiaban la cárcel, el Patrón tomó la decisión de descuartizarlos y quemarlos. Les dijimos al Ejército y al director del penal que íbamos a hacer una fogata durante la noche. Para que no se sintiera el olor de los cuerpos quemándose –y por si al Ejército le daba por inspeccionar–, al lado de la fogata hicimos un asado. El olor de la carne asada se camufló con el de los cadáveres rostizados. Ambos olores son parecidos. Pero “cremar” a una persona en esas condiciones es muy difícil, y eso que duramos toda la noche volteando los restos en la fogata. Lo que quedó lo desmenuzamos con un martillo y lo deshicimos en ácido. Eso de que encontraron huesos en la Catedral es mentira.

¿A qué otras personas mataron en la Catedral?
Se habla de cientos de muertos, pero la verdad es que no matamos a nadie más. Sí se ordenaron muchos asesinatos. Cuando llegamos a la Catedral teníamos una pelea muy brava. Guerra con los paramilitares, guerra con el Cartel de Cali, y guerra con la Policía. El patrón mandó a ejecutar a Henry de Jesús Pérez [jefe de las autodefensas del Magdalena Medio, asesinado en 1991 en Puerto Boyacá]. El otro Galeano –Mario– y el otro hermano Moncada –William– fueron asesinados por los demás muchachos del grupo grande que se quedó afuera. El patrón mató a sus socios porque ya sabía que ellos tenían acuerdos con el Cartel de Cali.

¿Cómo era la rutina en la Catedral?
Eso allá era una parodia de cárcel. La guardia municipal eran bandidos disfrazados de guardianes del Inpec. Y la guardia que sí era del Inpec, a nivel nacional, estaba en la parte externa. No teníamos contacto con ella. El último anillo de seguridad era el del Ejército. Pero ellos también se hacían los de la vista gorda. Quien realmente tenía el control de la seguridad del lugar era el patrón. Esa cárcel se ganó en una guerra. Por eso dejaron que tuviéramos condiciones especiales.

¿Cómo fue la relación del Cartel de Medellín con el de Cali?
En un principio los hermanos Rodríguez Orejuela eran amiguísimos de nosotros. Estuvieron muchas veces presentes en las reuniones que se hacían en la hacienda Nápoles. Incluso, cuando en 1984 capturaron en España a Jorge Luis Ochoa y al señor Gilberto Rodríguez Orejuela, se unieron los dos carteles para planear un rescate de las dos cabezas de cada una de las organizaciones, antes de que los extraditaran a Estados Unidos. Finalmente, con mañas judiciales, lograron que los mandaran a Colombia. Acá los absolvieron a ambos.

¿Entonces por qué empezó la disputa?
La guerra empezó por un lío de faldas entre “Piña” y Jorge Elí “el Negro” Pabón. “El Negro” Pabón era un hombre muy leal a Pablo Emilio Escobar Gaviria. Y Alejo Piña era un hombre de “Pacho” Herrera. Ambos habían sido amigos en una cárcel de Nueva York. Pero cuando El Negro salió de prisión, se enteró de que Piña estaba viviendo con la que había sido su esposa. El Negro habló con el patrón y acordaron que había que matar a Piña. Como el Cartel de Medellín mató a Hugo Hernán Valencia, un hombre que había tenido un problema con Gilberto Rodríguez, les pedimos a los Rodríguez que nos devolvieran el favor. Que nos dejaran matar a Piña, o que ellos mismos, con su gente, se encargaran de él. Nosotros no sabíamos del poder económico y militar de “Pacho” Herrera. Los Rodríguez, en vez de explicarle esto al patrón, fueron directamente a decirle a “Pacho” Herrera que el Cartel de Medellín le quería matar a Piña y ahí se armó la guerra. Los Rodríguez se beneficiaban de “Pacho” Herrera. Él era el rico de Cali.

¿Cómo fue su primer asesinato?
Me tocó matar a un despachador de buses en Envigado. Cuando él era conductor, la mamá de un amigo de Pablo Escobar se subió al bus que él conducía, y antes de bajarse arrancó, la hizo caer, la dejó tirada en el suelo, no la ayudó y ella murió; cuando este muchacho consiguió plata, le pidió a Pablo Escobar que lo ayudara a vengarse del conductor. Yo hice la inteligencia, encontré al tipo y lo maté. No sentí nada. Eso de que uno no duerme pensando en los muertos no aplica conmigo. Tampoco he necesitado recurrir a la droga, a fumar cigarrillo o tomar pastillas para estar tranquilo. Los actos que he cometido no me han quitado el sueño.

¿Cuál era su arma preferida?
Dentro del Cartel de Medellín una subametralladora MP5 que tenía el patrón. También el fusil AR-15 556. Hicimos la guerra con armas relativamente pequeñas, hasta con pistolas y revólveres. Luego aprendimos a usar la dinamita. Con esa arrodillamos al país. Pusimos 250 bombas en Cali, Bogotá y Medellín. La más brava fue la del DAS. En la serie nos han mostrado usado rockets (lanzacohetes). Alcanzamos a tener pero casi nunca los usamos. Un rocket es muy difícil de manejar, para eso se necesita entrenamiento militar. Me acuerdo que un día estábamos en la hacienda Nápoles, Carlos Lehder sacó uno para probarlo contra una casa, disparó y el misil se le fue contra unas fincas más allá, ¡hizo un daño ni el verraco!

¿Quiénes quedan vivos del Cartel de Medellín?
“El Arete” vive en España. Unos dicen que “el Mugre” está vivo, otros que está muerto, no estoy seguro. Y no más.

¿Tenía algún ritual para antes o después de matar?
Para nada. Gracias a Dios yo soy muy educado. Nunca me comí el cuento de que había que encomendarse a un santo o hacer algún ritual. Los que hacen eso están locos. En esa época había ritos y muchachos que andaban con escapularios. No niego que creo mucho en Dios. Usted sabe que el paisa es rezando y matando… [Risas].

¿En algún momento pensó en traicionar a Pablo Escobar?
Jamás. Lo primordial era protegerlo y pelear con él. Incluso en su momento más crítico, cuando le dio paludismo cerebral, los únicos que estuvimos a su lado fuimos El Arete y yo. El patrón estuvo varios días enfermo y tirado en una cama. Yo pude haberlo metido en un costal y venderlo como un bulto de papas. Pero él era amado por nosotros en el buen sentido de la palabra. Fue quien nos enseñó a pelear y nos dio todo. Si Pablo Escobar volviera a nacer me iría con él sin pensarlo.

¿No sintió que Pablo Escobar podía traicionarlo o entregarlo como hizo con Carlos Lehder?
Lehder fue entregado a las autoridades por Pablo Emilio Escobar Gaviria porque cometió un error: mató al Rollo por un lío de faldas. El Rollo era un sicario muy importante para el Cartel de Medellín, del mismo talante mío. Lehder se había vuelto inestable, problemático, todo el día metía cocaína. En esa época la policía de Medellín trabajaba con nosotros. Los altos mandos nos llamaban y nos decían que si no había alguna captura los iban a cambiar. El patrón lo entregó para parar la jauría.

¿Qué puede decir sobre Griselda Blanco, asesinada hace poco, y de quien se dice fue la patrona de Pablo Escobar?
Una dura. En un principio, cuando era dueña del barrio Antioquia, tuvo mucho más poder que Pablo Escobar. Alcanzó a ser la patrona de Medellín, pero el patrón no quiso marchar para ella. Por eso, cuando ella ve que el patrón está creciendo, lo quiere matar. Y ahí es cuando él se le enfrenta con todo el grupo y la saca corriendo para Miami a finales de los años setenta. Griselda prefirió no entrar en una guerra.

¿Alcanzó a ser rico?
Sí. Nosotros ganábamos mucho dinero. Y había gente que dependía de mí y también le iba muy bien. Hoy no soy rico. Pero por ahí tengo unos pesitos que me ayudan a mantenerme, a vivir bien. Yo aprendí que en este país para vivir bien no se necesita mucho. Eso sí, no vuelvo a comprarme un reloj de oro, un Mercedes-Benz, una finca con piscina. Y la próxima mujer que me consiga tiene que ser humilde. Una mujer que no sea tan gastona para no tener que meterme en problemas.

¿Alguna vez se dio alguna excentricidad?
No. El único gusto que me he dado en la vida son las mujeres. Dentro de las que he tenido puedo nombrar a mi exesposa Ángela María Morales y a mi novia Wendy Chavarriaga, exnovia de Pablo Escobar, y a quien me tocó mandar a matar por orden de él. Dos princesas hermosísimas, reinas de belleza.

¿Se arrepiente del asesinato de Wendy?
Lo de Wendy fue una locura. Yo mandé a un grupo de muchachos –hoy todos está muertos– que estaban bajo mi mando. No fui capaz de ejecutarla. Le puse una cita y ellos se encargaron. Realmente hoy no lo haría. No me arrepiento de nada, no se puede cambiar el pasado, pero a veces en mi celda me lo recrimino… Si algún día vuelvo a ver a Wendy, solo podría decirle como en las películas: “I’m sorry”. No era yo. Tenía toda esa violencia en la cabeza. Lo que pasa es que en esa época yo era un hombre muy leal a Pablo Escobar y ella se había convertido en informante del Bloque de Búsqueda. Wendy nunca le perdonó al patrón que la durmiera y con la ayuda de un veterinario la hiciera abortar un hijo de ellos dos.

Hábleme de su exesposa y su hijo…
Tengo rota la unidad familiar… Soy separado gracias a Dios, porque el matrimonio es una cadena perpetua, por lo menos aquí me rebajan los años [risas]. Mi exesposa vive con mi hijo en Estados Unidos. Con él hablo por teléfono, nos escribimos, me manda ropa. Yo no he querido que venga a visitarme. No quiero que le tomen fotos, no quiero arriesgar su vida. No sé si cuando salga lo vaya a buscar. Además, como le digo, la situación con la mamá es complicada.

¿Cómo fue su matrimonio?
Mi padrino de bodas fue Iván Urdinola Grajales. Con él nunca hubo problemas porque era del Cartel del Norte del Valle. Tuvimos una boda “normalita”, sencilla. El cura no me quería casar porque me faltaba un papel, me tocó coger un cuchillo y amenazarlo [risas]. Le dije: “me casa hijue…, o lo mato”. Me casé con un cura amenazado y el matrimonio me salió “malangas”.

¿Cuando salga quiénes pueden atentar contra su vida?
Mi cabeza tiene precio solo para la familia Ochoa Vásquez. Por eso estoy protegido acá. Ellos son los únicos que me quieren matar. La familia del patrón solo se dedica a difamarme y desvirtuarme. Pero el que realmente está ofreciendo dinero para que me maten es Jorge Luis Ochoa Vásquez, apoyado por una persona que siempre ha estado oculta y la historia ha dejado como víctima por haber sido secuestrada por el M-19: Martha Nieves Ochoa, “la hermana maquiavélica”. El patrón, con la aprobación de Jorge Luis Ochoa –dato del que quizás se entere apenas con esta entrevista– le mandó a matar al esposo cuando no quiso aportar dinero al grupo de Los Extraditables. El encargado de ese trabajo fue Pinina. Lo ejecutó dentro un gimnasio del barrio El Poblado en Medellín.

Usted afirma que el hijo de Pablo Escobar (hoy Sebastián Marroquín) alcanzó a cometer delitos…
Sí, él es un bandido. Cuando yo estaba en la cárcel La Modelo, el patrón me autorizó para que le pagara 50.000 dólares a un testigo que pensaba declarar contra Juan Pablo, en la muerte del capitán de la policía Fernando Hoyos Posada en 1992. Juan Pablo estuvo el día del atentado. Ayudó a instalar una caneca con dinamita para volar la casa donde murió el oficial. Juan Pablo, desde los doce años, participó en varias torturas que llevamos a cabo en la hacienda Nápoles.

¿Cómo eran las torturas?
Duras, crudas. Utilizábamos muchas cosas para torturar a los que considerábamos nuestros enemigos. Bolsas, agua caliente, herramientas, soldadores, cuchillos. Los llamábamos “métodos de presión”. Lo último que les mostrábamos a los que llevábamos a torturar en la hacienda Nápoles era un arma de fuego.

Qué tiene para decirle a la gente que no está de acuerdo con que usted salga libre…
Soy un hombre que busca una oportunidad en la sociedad. Un hombre que está en paz consigo mismo. Cuando salga, repito, no pienso hacerle mal a nadie. No le tengo miedo a la justicia porque me he dado cuenta de que inclusive para un hombre como Popeye puede haber justicia.

FUENTE:
Por:  DANIEL VIVAS BARANDICA
Entrevista publicada en febrero de 2013 en la edición 16 de BOCAS.
http://www.eltiempo.com/bocas/popeye-uno-de-los-asesinos-cercanos-a-pablo-escobar-en-entrevista-con-revista-bocas/14425556