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lunes, 16 de diciembre de 2019

"Solteros parásitos": ¿Por qué los jóvenes japoneses no se casan? Cerca del 25% de los japoneses de entre 20 y 49 años están solteros, según datos oficiales. Padres acompañan a sus hijos asisten a eventos para encontrar pareja.


"Solteros parásitos": ¿Por qué los jóvenes japoneses no se casan?
Cerca del 25% de los japoneses de entre 20 y 49 años están solteros, según datos oficiales. Padres acompañan a sus hijos asisten a eventos para encontrar pareja. 
Cerca del 25% de los japoneses de entre 20 y 49 años están solteros, según datos oficiales. | Fuente: AFP
Decenas de jóvenes bien vestidos se mueven de manera extraña en torno a las mesas de la sala de conferencias, intercambiando algunas palabras y el currículo, en un intento de encontrar pareja, muchos acompañados por sus padres.
Una mujer de 38 años que prefiere no revelar su identidad, dice que "no tenía el valor" de encontrar esposo y se fue de la casa de su madre, quien ha venido con ella a esta feria para encontrar pareja.
"No tuve muchas ocasiones de encontrar a alguien", explica. "En mi trabajo hay muchas mujeres pero pocos hombres".
Cerca del 25% de los japoneses de entre 20 y 49 años están solteros, según datos oficiales.
Pese a que la gente de esta edad suele manifestar su deseo de casarse, los comportamientos sociales anticuados y la creciente presión económica lo hacen cada vez más difícil, dicen los expertos.
El profesor de Sociología Masahiro Yamada, de la Universidad Chuo de Tokio, dice a la AFP que lo normal es que los solteros vivan con sus padres hasta que se casan por lo que tienen menos presión para encontrar pareja.
"Piensan que tener una relación con alguien que no cumple sus requisitos es una pérdida de tiempo" y pueden esperar hasta encontrar algo mejor. A esta gente la califica de "solteros parásitos".
Aunque se considera importante la seguridad financiera de largo plazo, la dificultad para encontrar viviendas a precios razonables no hace más que aumentar el incentivo para seguir viviendo con mamá y papá, dice.
Un hombre de 74 años que ha venido a este encuentro para buscarle novia a su hijo de 46 años, apunta otro problema: la creciente timidez.
"Mi hijo es un vendedor. Es bueno con los clientes pero es muy tímido cuando se trata de mujeres", dice su padre. ¿Por qué su hijo no busca solo? Porque está muy ocupado en el trabajo.
- El Japón adicto al trabajo -
El mismo padre dice que su hija mayor está casada pero la más joven, una doctora que vive en Estados Unidos, sigue soltera a los 34 años.
Reconoce que está preocupado por ella, "ya que he oído que es difícil para mujeres doctoras encontrar pareja".
Shigeki Matsuda, un profesor de Sociología de la Universidad de Chukyo, en el centro de Japón, culpa de la caída de matrimonios en el país a un fenómeno conocido como "hipergamia".
"Las japonesas tienden a buscar hombres con un empleo estable y niveles educativos" más altos que los de ellas, explica.
Lo que parece confirmar esta feria. Se ha formado una pequeña fila de mujeres para intercambiar información con un hombre con los ingresos más altos del grupo.
"El gran número de solteros no cambiará hasta que las mujeres acepten la idea de casarse con un hombre con ingresos más bajos que ellas", dice Yamada.
Hasta ahora muchas personas encontraban a sus futuros cónyuges en el trabajo pero la precariedad laboral creciente no ayuda.
Después de la Segunda Guerra Mundial, Japón reconstruyó su economía básicamente gracias a que las grandes corporaciones ofrecían trabajo de por vida a unos empleados ultradedicados pero el modelo está cambiando rápidamente y la seguridad laboral se deteriora.
Desde principios de 1990, la relación de trabajadores con contratos temporales ha pasado del 15% al 40%, según estadísticas del ministerio de Trabajo.
- Foco en el amor -
"La caída de los ingresos y el aumento de trabajos altamente inestables --con el miedo a ser despedidos en cualquier momento-- no ayudan a la gente a pensar en casarse y formar una familia", dice Shuchiro Sekine, director de un sindicato que representa a los trabajadores temporales.
Aunque estos trabajadores piensen en encontrar una pareja, la inseguridad laboral creciente y los salarios más bajos reducen las opciones de conseguirlo.
Seis de cada 10 hombres de entre 30 y 34 años con un trabajo bien pagado estaban casados en 2017, según un estudio del gobierno publicado este año, mientras que solo el 22% de los hombres con trabajos temporales de la misma edad tenían esposa.
Los asistentes a esta fiesta para encontrar pareja son afortunados, dice Sekine a la AFP. "Los que tienen menores ingresos ni siquiera piensan en venir" a una cosa así.
Pese a las barreras, ¿ayudan este tipo de eventos? Shoji Wakisaka, director de la asociación que organiza el encuentro, dice que no hay datos definitivos, pero que ha habido algo de éxito, aunque limitado.
"De media, en torno al 2% de los participantes encuentra pareja".
La asesora de bodas en la feria, Noriko Miyagoshi, pide a los futuros tortolitos que se olviden del dinero y se centren en la flechas de Cupido.
"No hay que imponer demasiadas condiciones", dice a los participantes. "Espero que elijáis a la persona con la que realmente sintáis que os podéis llevar bien". (AFP)

FUENTE: https://rpp.pe/mundo/actualidad/solteros-parasitos-por-que-los-jovenes-japoneses-no-se-casan-noticia-1234582


lunes, 19 de noviembre de 2018

Así fueron las primeras manifestaciones de xenofobia en el Perú. En el Perú, la xenofobia ha hecho ver su rostro intolerante en algunos periodos de nuestra vida republicana, como respuesta a la inmigración. El saldo histórico ha sido siempre la vergüenza colectiva, como recuerdan estas tristes crónicas del miedo al extranjero.


Así fueron las primeras manifestaciones de xenofobia en el Perú.
En el Perú, la xenofobia ha hecho ver su rostro intolerante en algunos periodos de nuestra vida republicana, como respuesta a la inmigración. El saldo histórico ha sido siempre la vergüenza colectiva, como recuerdan estas tristes crónicas del miedo al extranjero.
Atropellos a los japoneses en Perú durante la II Guerra Mundial. En la foto, saqueo a la fábrica de gaseosas del señor Tanaka.

La comunidad china en el Perú sabe mucho de lo que es ser víctima de la xenofobia. En una época en que el trabajo sobraba en el país, ellos fueron traídos desde Cantón, Macao y Hong Kong, en penosos viajes en barco de cuatros meses, para ocuparse de las labores agrícolas que ya no podían hacer los afroperuanos, recientemente liberados de la esclavitud. En 1849, miles comenzaron a llegar con contratos de trabajo y unos sueldos de hambre que, aun así, no fueron respetados. En cambio, se los hizo trabajar en condiciones de semi esclavitud, hasta que la comunidad fue creciendo y con ella los primeros brotes de xenofobia.
Ciudadanos japoneses son trasladados a campos de reubicación de California durante la Segunda Guerra Mundial. Perú aportó a estos campos, expulsando a 1.771 nipones del territorio nacional.
Quince años después del arribo de los primeros barcos con ‘culíes’ al Callao, los diarios limeños se ocupaban ya del ‘problema chino’, como un asunto de urgencia para la ciudad, algo que merecía la atención completa de las autoridades. El problema en cuestión para ellos era que los foráneos habían dejado los campos y se habían instalado en las urbes. Su presencia era cotidiana. La Prensa y El Comercio daban cuenta del crecimiento de la comunidad china en Lima, a veces con un tono apocalíptico que hoy nos sonaría muy conocido. Y no faltaban personajes de la época, como Clemente Palma, representante de una tendencia de la época llamada racismo científico, que manifestaba que los chinos eran una “raza inferior y gastadísima”.
Para muchos limeños, el recién llegado era visto como alguien que venía a quitarles el trabajo, a aprovecharse de sus servicios; era sospechoso de portar enfermedades como la malaria y de llevar una vida disipada, atrapados en el consumo de opio. Y un dato extra interesante: los primeros chinos llegados al Perú eran exclusivamente varones, lo que alimentó leyendas y otro tipo de recelos entre los locales, que cuidaban a sus mujeres de ser vistas más de la cuenta.
Como recuerda el historiador Antonio Zapata en su libro Desiguales desde siempre, el Barrio Chino fue saqueado e incendiado en “algunas trágicas oportunidades”. Hubo episodios de violencia en las haciendas de Lima y del resto de país, con enfrentamientos que dejaban hasta centenares de muertos, como el que ocurrió en el Valle de Cañete, en 1881. Ese mismo año, mientras los chilenos ingresaban a Lima, tras su victoria en la Batalla de Miraflores, una turba de peruanos entró al Barrio Chino de Capón y causó saqueos, incendios, violaciones y asesinatos. Se acusaba a los migrantes de la China de ser colaboracionistas de los sureños. Poco importó que la colonia china fuera una de las que más aportó para la Colecta Nacional que se hizo ese año, para costear la defensa del país del verdadero invasor extranjero.
La vergüenza de los japoneses deportados 
La historia de la xenofobia en el país también le ha reservado a la comunidad japonesa un capítulo de ignominia. Ellos empezaron a llegar en abril de 1899, luego de la firma de un Tratado de Paz, Amistad, Límites, Comercio y Navegación con el Imperio del Japón y el Perú en 1873. Como lo recuerda la web de la Asociación Peruano Japonesa, nuestro país se convirtió así en el primero de América Latina en establecer relaciones diplomáticas con el Japón. Nada de eso, sin embargo, valió mucho en los años siguientes, como se verá.

Una mujer, en Estados Unidos, señala con el dedo un letrero: “Japoneses, sigan su camino, este es un barrio de personas blancas”. 1920.
Las primeras fricciones empezaron en la década del treinta del siglo XX, cuando los comercios japoneses crecieron en tamaño y ello empezó a preocupar a la competencia local. La Unión Revolucionaria, el partido nacionalista del dictador Luis Sánchez Cerro, era quien más vociferaba en contra de los extranjeros. Una propaganda de su partido muestra la caricatura de un ciudadano japonés de tamaño descomunal que barre con su escoba a comerciantes peruanos. Detrás de él se ve un edificio con el rótulo ‘industria peruana’, que ha sido invadido por un grupo de asiáticos con sonrisa burlona.
Afiche del Partido Unión Revolucionaria, de Sánchez Cerro: “Sigue la escoba japonesa barriendo a los peruanos de la industria y el comercio”, reza el slogan.
El sentimiento antijaponés llegó a su página más negra en 1941, tras el ataque nipón a Pearl Harbor, durante la Segunda Guerra Mundial. El Gobierno peruano dispuso la inamovilidad de los fondos de las sociedades y personas jurídicas japonesas. Posteriormente, se emprendió una política de deportaciones de ciudadanos japoneses a Estados Unidos, que eran recluidos en los llamados ‘campos de reubicación’, que se situaban en California y Texas. Esto fue parte de una política continental, un acuerdo entre EE.UU. y Sudamérica. No deja de llamar la atención que de los trece países latinoamericanos que expulsaron a estos, el Perú haya sido el más entusiasta (1.771 personas), aportando más de la mitad del total regional. Todo eso a pesar de que estaba vigente el tratado de amistad de 1873.
Así de vacía quedó esta tienda japonesa, luego del ataque de una turba en Lima, en los años cuarenta.
Las relaciones se empezaron a restablecer en 1953 y doce años después el Estado peruano les ofreció un terreno de 10.000 m2 que fue parte de la compensación que se les dio por haberles expropiado dos escuelas en Lima. Sobre ese terreno se levantó, en 1967, el Centro Cultural Peruano Japonés, en Jesús María, símbolo de la renovación de la amistad entre dos pueblos que se vio manchada por el miedo y la intolerancia. 
FUENTE: Oscar García
https://elcomercio.pe/somos/historias/venezuela-primeras-manifestaciones-xenofobia-peru-noticia-550242?foto=5