Una exitosa labor de inteligencia policial propició la caída del cabecilla de Sendero Luminoso. Aquí la primera parte de la historia (parte 1)
A fines de los ochenta, los pasillos de la entonces Dircote, en el centro de Lima, albergaban una disputa que, aunque silenciosa, era punzante y permitía a los tentáculos terroristas esparcirse gravemente por la capital. De un lado, primaba la terquedad del coronel PNP Victoriano Blanco Carrillo, jefe de los denominados Deltas, en combatir la subversión bajo los mismos métodos con que lograba atenuar la delincuencia común. Del otro, estaba el ímpetu de Benedicto Jiménez, mayor recién egresado del curso superior de Inteligencia que, junto al mayor Marco Miyashiro, propugnaba estudiar el pensamiento de los altos mandos de Sendero Luminoso y plantear estrategias en base a la máxima: “Para vencer al enemigo primero hay que conocerlo”.
LOS CAZAFANTASMAS
El tozudo Jiménez fue conminado a renunciar y luego expulsado por Blanco. Cuando quemaba el verano del 90, mientras se despedía del director de la Policía Técnica, general Fernando Roca, el oficial separado recibió la propuesta de encabezar un despacho de investigación terrorista que contemplaba el desarrollo de sus tesis (Inteligencia + Investigación = Captura). Fue el nacimiento del Grupo Especial de Inteligencia (GEIN). La unidad quedó adscrita a la Dircote y respondía al Comité de Asesoramiento (COA) que dirigía el general Manuel Tumba, ‘Hermanito’, acribillado dos años después por un brazo sedicioso. Con la misma diligencia que Benedicto Jiménez tuvo para reclutar al capitán Félix Castro ‘ForFay’, a los tenientes Joe Sánchez Alva y Jorge Luna Chu ‘Coco’ así como al suboficial Carlos Iglesias ‘Charapa’, sus críticos en la misma Dircote se apuraron a bautizar al naciente núcleo como ‘Los Cazafantasmas’.
PASE DE ‘SOTIL’
Con la detención de ‘Juana’, el GEIN focalizó sus acciones en Deodato Juárez Cruzat, ‘Germán’, quien resaltaba en los documentos hallados por los agentes como titular del Departamento de Propaganda. La lupa puesta sobre ‘German’ llevó a los sabuesos hasta sus constantes reuniones con Luis Alberto Arana Franco, del cual pronto se supo que era director de la academia preuniversitaria César Vallejo y, más aún, el financista de Sendero en Lima. En el marco de la ‘Operación Propaganda’, ejecutada los primeros días de setiembre del 90, Juárez Cruzat cayó junto a 14 secuaces al ser intervenida una casa de Santa Anita. En adelante, el blanco fue Arana o mejor conocido en las oficinas del GEIN como ‘Sotil’ por el impresionante parecido físico con el recordado futbolista Hugo ‘Cholo’ Sotil. Entonces, una estrategia minuciosa y paciente fue puesta en marcha. “Lo seguimos día y noche durante dos años. Era la gallina de los huevos de oro. Sabíamos que los principales mandos de Sendero acudirían a la fuente. ¿Y cuál era la fuente? El dinero. Ese era ‘Sotil’”, recuerda el general Morán.
RESPUESTA CON DINAMITA
La lucha, en adelante, fue descarnada. Si el GEIN desarticuló el Departamento de Defensa, Socorro Popular, el Grupo Especial de Trabajo o el Grupo Intelectual Popular Subversivos, a partir de la pista de ‘Sotil’, Sendero respondió con el asesinato de María Elena Moyano y el estallido de Canal 2. Benedicto Jiménez ordenó el 22 de junio de 1992 la captura de Luis Arana ‘Sotil’. “Estaba rematado, se rindió rapidísimo. Se le ofreció garantías para su vida como testigo clave y declaró que, en efecto, había visto a Guzmán apenas un mes atrás. Detalló que desde un estacionamiento, en Surquillo, partió en un vehículo conducido por una ‘pituca miraflorina’ y en el que también iba el coordinador huancavelicano Zenón Vargas ‘El Zorro’”, remarcó otro ex analista del GEIN que prefirió no se revele su identidad. Fue tras ese encuentro que ‘Sotil’ recibió la orden de alquilar la casa situada en la calle 1 de la urbanización Los Sauces, Surquillo. “Arana dijo que fue a la vivienda pero a punto de tocar la puerta vio bajar a la misma mujer que lo llevó a su encuentro con Guzmán, que se escondió y se fue”. ‘Sotil’ no llegó a rentar el inmueble, lo hizo la ‘pituca miraflorina’: Maritza Garrido Lecca.
En el GEIN todo se caía de maduro. Los agentes calculaban que los cabecillas senderistas no le tuvieron la suficiente confianza a ‘Sotil’ y por eso se envió a la mujer para que alquile lo que sería el nuevo centro de descanso y actividades de Guzmán. Quedaba por confirmarse si ahí estaba el número uno de Sendero Luminoso. Para ello, parte del núcleo dirigido por Benedicto Jiménez se asentó en seis casas de la misma calle. Agentes divididos en parejas vigilaban día y noche los movimientos que allí ocurrían. Quién salía, quién entraba, a qué hora, cuánto demoraba y qué llevaba. Todo debía ser registrado en fotos y videos. Todo desperdicio que de ahí saliera tendría que ser acopiado. Si había que pasar como basureros, heladeros o chatarreros para espiar el panorama en las inmediaciones, debían ser exhibiciones de lujo. Y no menos. Guzmán estaría a metros. Y no menos.
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Así fue la caída de Abimael Guzmán y la cúpula de Sendero Luminoso. (Imagen: Captura de TV) |
El 12 de setiembre de 1992, dos años de inteligencia policial concluyeron en el desplome de la cúpula principal de Sendero Luminoso. Aquí la segunda parte de la historia (Parte 2)
GAVIOTA CAZA AL ZORRO
8 de setiembre de 1992. Zenón Vargas, ‘El Zorro’, sale de su casa en la urbanización Balconcillo, La Victoria, mira de soslayo a ambos lados y sin apuro toma un teléfono público. Echa el rin y carraspea al hablar: “Ya se están confeccionando los pantalones, muy pronto enviaré el lote”. Tras él, la agente Cecilia Garzón, ‘Gaviota’, finge ser una madre de familia urgida por llamar. Lanza un resoplido y corona su brillante actuación reprendiendo: “Señor, ¿ya terminó?”. ‘El Zorro’ parte. ‘Gaviota’ ha memorizado la frase que, en clave, revela el taller para diseño de panfletos y propaganda subversiva oculto en casa del coordinador nacional entre los comités de la región centro y la Dirección Central.
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La policía logró la captura de Abimael Guzmán y la cúpula de Sendero Luminoso. (Foto: AP / Archivo) |
LA HORA CERO
A las 6:00 p.m., cuatro patrullas con 15 agentes a bordo salieron del Complejo Policial ubicado en la avenida España rumbo al ‘Castillo’. En su recorrido esquivaron eufóricas turbas de hinchas de Universitario que volvían del estadio de Matute. Ahí donde Álvaro Barco y Juan Carlos Letelier habían granjeado un 2-0 sobre Alianza Lima, clásico vital para los cremas en la consecución del campeonato de 1992. Cuando los mayores Jiménez y Miyashiro dispusieron el despliegue de sus hombres a una cuadra del ‘Castillo’, los suboficiales Cecilia Garzón ‘Gaviota’ y Julio Becerra ‘Ardilla’, tomados de la mano, ya improvisaban de pareja risueña cerca al frontis franqueado por las entradas de madera. Eran las 7:34 p.m. del 12 de setiembre. “Los dos tenían la orden de pasear a la espera de que alguien entre o salga de la vivienda. Irrumpir y dar la alerta por radio”, contó a elcomercio.pe desde su despacho de la Dirección Regional de la PNP Callao, el general Carlos Morán, ex miembro del desactivado GEIN.
“Tómense una gaseosa en la bodega que está al costado para no generar sospechas”, fue la orden para la pareja. ‘Gaviota’ respondió que no tenían dinero y entonces la nueva directiva fue tajante: “¡Chapen!”. Garzón y Becerra iniciaron el largo beso que hoy también les ha dado 20 años de matrimonio, cuando unas llaves en la cerradura empezaron a sonar. Salían Celso Garrido Lecca y la bailarina Patricia Awapara. ‘Gaviota’ se apresuró, lanzó un grito y disparó al aire cuando Maritza Garrido, quien había salido a despedir a su tío, intentó cerrar bruscamente la puerta. La suboficial comunicó que la incursión estaba en camino a sus superiores y al grupo de efectivos que aguardaban a 150 metros. Fue la última comunicación por radio, el contacto se perdió. Mientras, ‘Ardilla’, seguro de que el modus operandi de Guzmán no contemplaba armas en las casas que habitaba, corrió hacia el segundo nivel para ponerle el guante.
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Algunos de los integrantes del GEIN |
CAYÓ EL CACHETÓN
Una mujer de traje negro intentó contenerlo cerrando arriba una puerta de triplay, pero Becerra logró derribarla. Era María Pantoja Sánchez, la camarada ‘Doris’. Al verse vencida corrió por el vestíbulo hacia la habitación donde estaba Abimael Guzmán Reynoso cerca de Elena Iparraguirre ‘Miriam’ y Laura Zambrano ‘Meche’. “Carajo, no se muevan, soy de la Policía”, gritó el agente blandiendo su revólver. ‘Miriam’ se le abalanzó y un nuevo disparó retumbó en ‘El Castillo’. Pudo zafarse, tomó aliento y abordó a Guzmán que observaba impávido desde su escritorio: “Tú te mueves y yo te mato carajo”, increpó el agente mientras helaba el rostro del genocida con el cañón corto del arma. “Está bien muchacho, está bien, tranquilo, ya perdí, pero, por favor, tranquilízate muchacho”, fue el susurro del rendido cabecilla.
Trece miembros del GEIN liderados por el entonces mayor Marco Miyashiro penetraron a trote firme en el inmueble. Un equipo reforzó a ‘Gaviota’ en el primer piso neutralizando a un desequilibrado Carlos Incháustegui que clamaba por su muerte: “Mátenme, mátenme, mátenme de una vez por favor”. Otro grupo acudió en ayuda de ‘Ardilla’ y confinó a ‘Doris’ y ‘Meche’ en habitaciones separadas. El oficial Carlos Morán exigió a Guzmán que vacíe los bolsillos del saco plomo que vestía. La iracunda ‘Miriam’ contraatacó entonces: “No lo toque, no lo toque, él puede hacerlo, a él nadie lo toca”. “Yo también puedo hacerlo”, musitó Guzmán.
Durante el registro del ‘Castillo’ se halló varias botellas de vino de alta cosecha y carne en el refrigerador. Todo fue propicio para un banquete al paso: lomo saltado, brindis y abrazos. Hubo lágrimas de puro valor desbordado. Los agentes abrían cajas, guardaban cuadernos, apuntes, banderas, cuadros, toda clase de objetos y material subversivo. En el umbral del cuarto, el mayor Marco Miyashiro activó su radio portátil. Por fin en calma infló los pulmones y exhaló. Su voz grave sosegada fue el sello a la ‘Operación Victoria’ y a esa noche, la larga noche que hirió al terror: “Ha caído ‘El Cachetón’”, aseguró.